22.10.07

El adios de Guy Môquet


Es muy simple y familiar… comienza así:


Mi madrecita querida,

Mi hermanito adorado,

Mi papito amado,

¡Voy a morir! Lo que les pido, y en particular a ti mami, es que sean fuertes. Yo lo soy y quiero serlo tanto como los que me precedieron. Claro, habría querido vivir. Pero lo que deseo de todo mi corazón es que mi muerte sirva para algo. No tuve el tiempo de despedirme de Jean. Me despedí de mis hermanos Roger y Rino. Lastimosamente, en cuanto al verdadero no puedo hacerlo. Espero que todas mis cosas te serán enviadas, podrían servirle a Serge, quien seguramente se sentirá orgulloso de llevarlas algún día. A ti papi, si te he causado como a mami, tantas penas, te saludo una última vez. Hice lo mejor que pude para seguir la vía que me trazaste.

Un último adiós a todos mis amigos, a mi hermano que amo tanto. Que estudie mucho para que más tarde sea un hombre.

17 años y medio, mi vida fue corta, pero no lamento otra cosa más que dejarlos. Voy a morir con Tintin, Michels. Mamá, lo que te pido, y quiero que me prometas, es que tengas valor y superes tu pena.

No puedo poner más. Los dejo a todos, todas, a ti mami, Serge, papa, los beso con todo mi corazón de niño. ¡Coraje!

Su Guy que los ama.

Últimos pensamientos: ¡Ustedes los que quedan, sean dignos de nosotros, los 27 que vamos a morir!


(NT: Estas últimas palabras no están, al parecer, en el manuscrito… ignoro por qué razón fueron añadidas: ¿Le habrá pedido a alguien más que lo hiciera? ¿Fueron sus últimas palabras?. En todo caso no contradicen lo que escribió el joven más arriba: “que su muerte sirva para algo”).


El episodio termina así :

El 22 de octubre de 1941, Guy es fusilado, por orden directa de Hitler, junto con 26 otros prisioneros del campo de Châteaubriant como represalia por la muerte de Karl Hotz, un oficial alemán que había sido asesinado por tres resistentes que nada tenía que ver con aquellos prisioneros. En total hubo 47 fusilados, incluyendo los 27 de Châteaubriant. Todos eran presuntos militantes comunistas y fueron escogidos para evitar fusilar a “buenos franceses” (según las palabras de Pierre Pucheau, ministro del interior del gobierno títere de Petain).

Según el abad Moyon –que fue llamado a asistir a las víctimas- los fusilados pidieron no ser vendados y murieron gritando “Vive la France”, sin embargo Guy Môquet se desvaneció antes y fue fusilado en ese estado. Es decir, no fue lo fuerte que hubiera querido, pero eso no le resta méritos porque cuando uno de sus camaradas, el dentista Tanine, trató de interceder por él antes del fusilamiento, Môquet se negó diciendo “soy tan comunista como tú”.

Hay que tener en cuenta que en casa de los Môquet, ser comunista, era natural: Prosper, el padre de Guy, fue diputado de esa tendencia y había sido deportado en 1939 a un campo de concentración francés en Algeria luego de que el partido comunista en Francia fuera abolido por considerarse que había traicionado a la República al oponerse a la guerra (los comunistas vieron la guerra entre Alemania y Francia como una guerra imperialista que iba contra de los intereses de la clase obrera). Es entonces cuando Guy decide integrar las juventudes comunistas con apenas 16 años. Un año más tarde es arrestado en Paris por distribuir volantes clandestinos que hacían un llamado a luchar contra la miseria (no específicamente contra el nazismo). Finalmente es transferido al campo de Châteaubriant a pesar de haber sido absuelto.

En Francia, el 22 de octubre se conmemora, y ahora el presidente Sarkozy dispuso que esta carta de Guy Môquet, uno de los tantos mártires franceses que murieron a manos de los nazis, sea leída cada año en los liceos. Tal disposición ha creado algunas resistencias, principalmente por parte del profesorado y del Partido Socialista. Algún educador dijo por ahí que él enseñaba “historia”, no “patriotismo”. Los socialistas por su lado han denunciado “una instrumentalización” de este hecho por parte del gobierno de Sarkozy. Otros han explicado mejor sus posiciones haciendo ver como éste trata de recuperar el hecho vaciándolo de todo el sentido que le daba la época, con la secreta intención de erigirse en heredero de una línea de patriotas y de volver a una concepción anticuada del rol de la educación. Claro está, hay también quienes han rebatido estas posiciones.

A mí esas tesis me parecen obstinadas si consideramos que en Francia los profesores tienen toda la libertad de hacer la lectura explicando bien todo lo que Guy Môquet defendía y en que contexto aquello ocurría. Por lo demás, esta carta es no solo un documento histórico más, sino también un texto que, se quiera o no, es emotivo y merece ser conocido incluso en Costa Rica, donde a menudo estos hechos nos parecen lejanos y sin relación con nuestro contexto. Sin embargo, ¿Qué habría sido de nosotros si los nazis, que presuntamente torpedearon en 1942 el vapor San Pablo en Puerto Limón (23 trabajadores muertos), hubieran ganado la guerra? ¿No tuvimos acaso un presidente, León Cortés, que era un notorio admirador del fascismo? ¿No fue acaso durante su gobierno que el embajador de Mussolini trató de procesar a Francisco Marín Cañas y a mi abuelo Joaquín García Monge, luego de que el primero publicara en el Repertorio AmericanoLa Abisinia Blanca”, un texto que denunciaba el fascismo italiano? Y no es que Guy Môquet fuera un gran resistente (de hecho no lo era porque los comunistas franceses no entraron en abierta resistencia contra los nazis sino hasta junio del 41, con su agresión a la Unión Soviética) y que por esa razón su carta –tan íntima- deba ser conocida; sino que debe ser conocida porque los viles fusilamientos que acabaron con su vida y con la de otras 46 personas muestran otro aspecto de la ignominia de los nazis y de sus colaboradores franceses. Debe ser conocida porque su sacrificio sí sirvió para algo, lo que equivale a decir que incluso nosotros le debemos algo.

Claro, otro gallo canta cuando esta carta es ridícula e irresponsablemente usada para azuzar el ánimo patriotero de un equipo de rugby.

En fin, Si algún día van por Paris y toman la línea de metro Nº 13, podrán ver que una de las estaciones se llama Guy Môquet… ya sabrán porqué.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo que es eso que los comunistas franceces no lucharon contra el fascismo desde un inicio? Si tu mismo pones que el padre de Môquet fue hecho prisionero y desde antes del 39 en Argelia por justamente levantar las banderas contra la guerra imperialista que se venía?,
sabiéndose ya veinte años de fascismo en Italia y diez en Alemania? Entonces la guerra tendría que ser generada por el fascismo.

Muchas gracias.

Eugenio García dijo...

No es que los comunistas no tuvieran claro el peligro fascista y que en algunos casos lucharan contra los nazis, ya sea por haber sido mobilizados antes de la ocupación alemana o bien por haber roto con el Partido Comunista Francés (PCF). A lo que yo aludía era a la situación de conjunto, para la cual hay que considerar algunos factores:

El principal es el pacto Molotov-Ribbentrop o pacto germano-soviético de no agresión. Eso influyó para que los comunistas franceses, tan atentos a las directrices soviéticas en ese tiempo, no entraran en abierta resistencia (es decir, resistencia armada) sino hasta junio de 1941 cuando Alemania atacó la URSS. Antes de eso, en cierto modo, se habían lavado las manos con respecto a la invasión alemana a Francia, presentándola como una guerra de grupos imperialistas. Esa actitud fue la que le valió al PCF ser abolido y a Prosper Môquet, entonces diputado comunista, ser enviado a prisión en Algeria.

Otro punto a tener en cuenta es que los mismos soviéticos habían enviado a Paris una directriz para que los comunistas franceses cesaran de atacar a los alemanes y de denunciar la guerra imperialista de los británicos y franceses. Lo que muestra dos cosas: primero, que inicialmente sí hubo oposición a los nazis y segundo, que tal oposición no llegó a ser una firme y "abierta resistencia" porque precisamente fue impedida de ese modo (al menos hasta junio de 41 cuando se dio la agresión nazi a la URSS).

Y por último, hay que tener presente que cuando ya la ocupación alemana era un hecho, hubo negociaciones entre la dirigencia comunista y el invasor para poder editar de nuevo "L'Humanité", el órgano de prensa del Partido. Así, en ese momento, la prioridad no fue la lucha anti-nazi sino la eventual relegalización del partido. Tales negociaciones fracasaron, pero durante el tiempo que se dieron, los números clandestinos de "L'Humanité" que salieron no hicieron ningún ataque explícito contra el ocupante, al contrario. Veamos por ejemplo lo que dice el Nª 61: "Las conversaciones amistosas se multiplican entre trabajadores parisinos y soldados alemanes: Estamos felices de eso. Aprendemos a conocernos, y cuando se les dice a los soldados alemanes que los diputados comunistas habían sido encarcelados y que en 1923 los comunistas se levantaron contra la ocupación del Ruhr, se trabaja por la fraternidad franco-alemana".

Ahora bien, una cosa es la línea de partido y otra lo que pueden hacer ciertos individuos tal como decía al inicio. Así por ejemplo, el alcalde de Concarneau, Pierre Gueguin, había roto con el PCF como consecuencia de la actitud de tolerancia partidista con respecto al pacto germano-soviético. Pierre Gueguin fue también uno de los 47 fusilados.

En todo caso, evidentemente estas cosas no las digo yo, sino diversos historiadores. Para una crónica detallada de la historia del PCF, recomiendo el artículo de Wikipedia:

http://fr.wikipedia.org/wiki/Histoire_du_Parti_communiste_fran%C3%A7ais#Les_premiers_mois_de_l.27occupation