30.1.07

Quimeras cibernéticas

Mike Libby es un artista que trabaja con materiales orgánicos e inorgánicos, mezclándolos con gran talento para producir verdaderas quimeras cibernéticas... mezclas de insectos y mecanismos tecnológicos que nos llegan a producir una mezcla de fascinación y repulsión. Yo personalmente no le compraría uno de sus extraños especímenes, pero sí he ido a su "insect lab" a observarlos con cierto oscuro placer.

29.1.07

Cambio de luces

Mucho se ha hablado en estos días del peligro que representan los furgones en las rutas de nuestro país y de los accidentes que han causado. Bastante se ha criticado el número excesivo de horas que trabajan los choferes de esos vehículos, sus horarios apretados, su irresponsabilidad manifiesta y reiterada en ciertos casos, la facilidad para obtener permisos de conducir y el enorme error (o negocio dicen las malas lenguas) que significó la clausura del servicio de transporte de mercancias por ferrocarril durante el gobierno de José María Figueres. Todo eso es cierto. Sin embargo, me parece que detrás de dichas manifestaciones de indignación hay algo falso, siento que están viciadas de una hipocresía o una parcialidad que las desvirtúa. Y es que habría que decir primero que en este país, en general, se maneja bastante mal, tal vez por un problema de lo que podríamos calificar como “cultura vial” y que no es ajeno a los valores (o desvalores) de nuestra cultura global.

¿Quien no ha visto la forma en que los conductores se brincan los altos, “juegan de vivos” adelantándose deslealmente en las filas, utilizando para ello incluso zonas prohibidas como el espaldón de las carreteras? ¿Quien no visto virajes en U temerarios, “piques” entre tipos que se creen Fittipaldi y prometen terminar como Ayrton Senna (en el mejor de los casos porque en el peor mueren inocentes), choferes que no guardan la distancia, que adelantan en curva o en zonas de línea amarilla continua, que conducen ebrios? Si miramos bien, una pléyade de infracciones e imprudencias se cometen a cada minuto en nuestras carreteras, muchas de las cuales son tanto o más criminales que las que protagonizan los choferes de los furgones. Así que en realidad estamos en presencia de un fenómeno más basto y resulta por lo menos curioso que ahora todo el mundo quiera desviar la atención del problema principal, acusando al unísono a los choferes de furgones, quienes han pasado a jugar el papel de patos de la fiesta, de chivos expiatorios.

Pero lo más paradójico y risible es que por un lado nos quejemos de los choferes inescrupulosos, pero por otro no tengamos el menor reparo en advertirles, mediante un rápido cambio de luces, de la presencia de la policía de tránsito en algún punto de la carretera. Ese encubrimiento, esa complicidad malsana cuando no malhechora, es para mí el colmo de nuestra irresponsabilidad y la más clara muestra de nuestra falta de cultura vial.

27.1.07

A propósito de un artículo de Gutiérrez Góngora

Muchas veces he leído lo que escribe don Jaime Gutiérrez Góngora en las páginas de La Nación y lamento decir que casi invariablemente sus posturas, que podríamos calificar con benevolencia de “reaccionarias”, me provocan repulsa, cuando no indignación y en el peor de los casos bochorno ajeno. Sin embargo, para mí ayer “la sacó del estadio” al manosear la figura del perdón en ciertas prácticas culturales africanas y terminar conjugándola con el perdón cristiano para justificar que en Chile se mantenga la impunidad, considerada eufemísticamente como amnistía, sobre los actos criminales del régimen de Pinochet. (Aquí se puede leer su artículo).

Una cosa es que cada víctima directa o indirecta decida en su fuero interno perdonar el agravio causado por actos criminales y otra muy distinta que el Estado, por ley o decreto, decida otorgar una "amnistía" a los autores de tales crímenes. Ciertamente la conquista del perdón es una gran aspiración de la humanidad, pera ella no puede lograrse por mandato de los supremos poderes –por ser el perdón ante todo una disposición individual y no social- y mucho menos puede obviar la posibilidad de que haya vías legales eficaces para que ciudadanos afectados en sus derechos puedan exigir justicia. Esa posibilidad es la que está reestableciendo el gobierno de Bachelet al querer corregir el error histórico de otro gobierno, por lo demás muy manipulado por estamentos del viejo régimen, que estableció la amnistía años atrás (poco importa cuántos). La paz social no puede fundarse sobre la amnesia forzoza así como la aspiración de justicia no puede confundirse con la venganza. En definitiva, qué es más sabio en todo momento: ¿Hacer justicia o perdonar? Tal vez sea esa una falsa disyuntiva y debamos responder: hacer justicia primero, y cuando tengamos la grandeza de espíritu, saber perdonar... pero no es un deber y creo que ni siquiera lo sería en un Estado teocrático.

PS. Ya se me estaba olvidando lo más importante: el correlato del perdón es el arrepentimiento y que yo sepa ninguno de esos criminales torturadores, violadores y asesinos no ha mostrado jamás ni siquiera una pizca de arrepentimiento, así que ¿Cómo pretender su amnistía por parejo? Y puesto que Gutierrez Góngora termina hablando de Jesucristo, hay que decir que en el "Padrenuestro" se pide el perdón ante Dios antes de la frase que dice "así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Y aunque no fuera de ese modo, como lo que es bueno para el ganso lo es para la gansa, los criminales deberían perdonar también a quienes los persiguen en justicia, máxime que estos últimos están en todo su derecho.

26.1.07

Dos artículos de Slavoj Zizek

Hace unos días visitando el curioso blog de phiblógsopho descubrí un video sobre el filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Zizek. La referencia me sirvió porque luego topé por azar con un par de interesantes artículos suyos y el hecho de que estuviera firmados por él me hizo prestarles más atención. El primero lo pueden encontrar aquí y trata (en español) sobre el llamado "multiculturalismo". El segundo lo he traducido del francés y fue publicado en Le Monde:

DEMOCRACIA O BARBARIE DIGITAL

La edición de la revista Time del 18 de diciembre del 2006 atribuyó el título de “personalidad del año 2006” no a Mahmoud Ahmadinejad, Hugo Chávez, Kim Jong II ni a ningún otro de los laureados habituales, sino a “usted”, es decir, a cada uno de nosotros, usuarios o creadores de sitios Web. La portada de la revista estaba ilustrada de un teclado blanco asociado a un espejo a modo de pantalla, en el cual el lector podía ver su propio reflejo. Los redactores justificaron su escogencia evocando el pasaje de las instituciones a los individuos que re-emergen hoy como los ciudadanos de la nueva democracia digital.

Esta escogencia es más compleja e insólita de lo que parece. Si alguna vez hubo una escogencia ideológica fue ésta: el mensaje de Time –la nueva ciberdemocracia en la cual millones de individuos pueden comunicar directamente y auto-organizarse, evadiendo así el control centralizado del Estado- disimula un conjunto de preocupantes disparidades y tensiones. La ironía reside, en primer lugar, en el hecho de que el lector que observa la portada de Time no ve a esas otras personas con las cuales se supone que tiene una relación directa, ve solamente su propia imagen invertida.

No es de extrañar que Leibniz sea una de las principales referencias filosóficas de los teóricos del ciberespacio: ¿No va acompañada nuestra inmersión en el ciberespacio con una reducción de nuestro status a mónada leibziana que, aunque “desprovista de ventanas” abiertas a la realidad exterior, refleja en ella misma el mundo entero? Una mónada que no encuentra más que simulacros virtuales, estando más que nunca inmersa en la Red mundial, comunicando en tiempo real con la tierra entera.

Pero esta no es nada más que una parte de la historia. Debemos agregar que el “usted” que se reconoce en la imagen de la pantalla está profundamente dividido. De un lado, está el hecho más bien evidente que la persona física “real” que soy excede mi ciberidentidad: a los marxistas y a otros pensadores “críticos” les gusta subrayar que la igualdad del ciberespacio es engañosa – ella hace abstracción del conjunto complejo de disposiciones materiales (mi riqueza, mi posición social, le poder del que gozo o carezco, etc.).

La inercia propia de la realidad desaparece por arte de magia en la actividad de navegación armoniosa del ciberespacio. Encontramos hoy sobre el mercado una multitud de productos privados de su propia malignidad: café sin cafeína, crema sin grasa, cerveza sin alcohol. La realidad virtual del ciberespacio generaliza simplemente esta forma de proceder: ofrece una realidad privada de su sustancia. Así como el café descafeinado tiene el gusto y el olor de café real sin serlo, mi ciberidentidad, el “usted” que yo veo ahí, es siempre un yo descafeinado.

Por otra parte, estamos confrontados al exceso inverso aunque sea más desconcertante: mi ciberidentidad excede mi yo “real”. Nuestra identidad social, la persona que pretendemos ser en nuestras relaciones sociales, es una máscara, ella presupone una represión de nuestras pulsiones inadmisibles. Ahora bien, precisamente cuando no es más que “un juego”, cuando las normas que reglamentan nuestros intercambios “reales” son temporalmente suspendidas, es cuando podemos permitirnos dejar aparecer esas actitudes reprimidas.

Tomemos el ejemplo clásico de un individuo tímido e impotente que adopta la identidad de un asesino sádico y de un seductor irresistible al participar en un juego interactivo por Internet. Es demasiado simple no ver ahí más que un suplemento imaginario, una escapatoria temporal a la impotencia que sufre en realidad. La idea es más bien que el hecho de saber que el juego interactivo en el ciberespacio “no es más que un juego” lo autoriza a “mostrar su verdadero yo”, a hacer las cosas que no habría hecho jamás en sus interacciones reales: la verdad de esta persona es expresada bajo la forma de una ficción. Le hecho mismo que yo perciba mi imagen virtual como un simple juego me autoriza a levantar los obstáculos habituales que me impedirían expresar “mi lado oscuro”.

La contraparte de la democracia directa del ciberespacio es esta abundancia impenetrable y caótica de mensajes y sus circuitos que me son imposibles de comprender por más esfuerzos de imaginación que haga –es lo que Emmanuel Kant habría llamado un sublime ciberespacial.

Hace aproximadamente unos diez años un excelente corto publicitario inglés para una marca de cerveza fue difundido por la televisión. La primera parte mostraba un cuento de hadas bien conocido: una muchacha camina a la orilla de un río, ve un sapo, lo toma delicadamente en su regazo, lo besa, y, por supuesto, el horrible sapo se convierte como por milagro en un apuesto joven. Pero la historia no termina ahí: el joven mira a la joven con codicia, la atrae hacia sí, la besa, y la joven se transforma en una botella de cerveza que él levanta triunfalmente…

La muchacha fantasea con que el sapo sea en realidad un hombre joven. El joven fantasea con que aquella sea en realidad una botella de cerveza: el amor y el afecto de la mujer (indicados por el beso) pueden transformar un sapo en un hermoso hombre, mientras que el hombre reduce la mujer a lo que en psicoanálisis se llamaría “un objeto parcial”, lo que en mí suscita el deseo. (Por supuesto, el argumento feminista evidente consistiría en afirmar que la experiencia del amor que tienen las mujeres en su vida cotidiana es más bien al revés: besan un hermoso joven y cuando se han acercado demasiado, es decir, cuando es demasiado tarde, se dan cuenta de que en realidad se trata de un sapo).

La pareja real de un hombre y una mujer es así atormentada por la extraña representación de un sapo besando una botella de cerveza. Es precisamente ese espectro subyacente el que el arte contemporáneo pone en escena: bien podemos imaginar un cuadro de Magritte titulado “Un hombre y una mujer” o “La pareja ideal”. Ahí reside la amenaza fundamental del juego ciberespacial: el hombre y la mujer que dialogan en la Red pueden estar atormentados por el espectro del sapo besando una botella de cerveza.

Ahora bien, el hecho de que ninguno de los dos sea consciente tiene por consecuencia que ese desfase entre lo que “usted” realmente es y lo que “usted” aparenta ser en el espacio digital, puede llevar a la violencia asesina.

22.1.07

Una exposición virtual

Me gustó ésta exposición de fotografía en internet.

8.1.07

El cine de autor en el patíbulo

Finalmente se está cumpliendo la vieja sentencia que condenaba el cine a la desaparición. Solo que su desaparición no viene por donde la esperábamos... no es la imagen cinematográfica la que está muriendo, puesto que hoy más que nunca el cine comercial goza de excelente salud. Quien está pagando por todos es el cine de autor, es decir, el cine como arte.

Para mayor alarma esta extinción está teniendo lugar en el país que hasta el momento le servía de fortaleza inexpugnable: Francia. Así que mientras el cine que para mí es verdaderamente interesante e innovador agoniza en una miserable y pulguienta sala, el cine comercial, el que es uniforme, convencional, previsible, risotero y epidérmico, se pavonéa presuntuoso vistiendo de Prada. Pero la causa de esta desaparición no está en que sus autores se hayan cortado del público al cantonarse en temáticas espesas y rollos intelectualoides (clichés habituales sobre el cine de autor), sino en que la composición del público mismo ha variado. Hoy el público cinéfilo, el que podríamos calificar con ciertas reservas de "culto", ha dejado su cinefilia de lado y se ha "pervertido", posiblemente en un fenómeno semejante al que dió al traste con el buen teatro (como actividad regular) en nuestro país. Este artículo de Le Monde trata el tema:

4.1.07

El pasaporte de la fama

¿Alguien me puede explicar cómo ciertos extranjeros, así se llamen Pitt o Jolie, entran y salen de este país sin mayor trámite migratorio o bien usando nombres falsos y nadie dice o hace nada? Según esta nota, la oficina de prensa de migración dijo que no se registraban movimientos migratorios con esos nombres, a pesar de que ambos entraron y salieron dos veces del país durante el fin de año.

Por cierto, de buena fuente me dijeron que Mel Gibson también estuvo y pasó sus vacaciones en una playa del sur del país, pero seguramente entró aún más de incógnito, porque hasta donde sé ningún medio dijo nada, ¿O bien se le ningunea por haber dejado fuera de su película Apocalypto al tico Mauricio Amuy?

2.1.07

Esos que no están en nada

Me cuesta creer que muchos de los que la noche del 24 de diciembre cenaban y brindaban en recuerdo de aquel gran maestro que predicó la paz, el amor y la compasión, fueran los mismos que cuatro días después estuvieran aplaudiendo la ejecución de Saddam Hussein... ¿Qué integridad es esa? ¿Qué coherencia? ¿Qué forma chata de "entender" la sabiduría cristiana? Como se diría popularmente, esos no está en nada... o mejor dicho, están en la nada.

Pero lo peor es que la situación me recordó la navidad del año pasado, cuando Natividad Canda (qué trágica ironía en el nombre) moría unas semanas antes en las fauces de unos perros que muchos glorificaron... seguramente mientras admiraban el decorado de su arbolito de navidad y abrían los regalitos que les había traido el niñito Dios.

1.1.07

Mi tabú

Me niego a localizarlo y verlo en internet porque me parece que de hacerlo estaría refrendando y completando de algún modo, desde mi modesta posición ciudadana, el horrible propósito que tuvo algún testigo de la ejecución de Saddam Hussein al filmarlo con su teléfono celular y poner la integralidad de su ahorcamiento en la red.

Nadie debería nunca ver la ejecución de ningún hombre, así sea el peor de los criminales. No solo se trata de decir NO a la pena de muerte, sino también a la banalización de sus imágenes. Hay tabús que tienen todo el sentido de existir y para mí este es uno.