22.11.07

El bandido

De nada sirvieron el alambre navaja, la reja y la alarma. El bandido, sin que yo supiera cómo, se descolgó ayer del barranco que da al cañón del Virilla y se metió por el patio trasero. Yo estaba en la oficina y cuando lo vi ya iba por la terraza. El sigilo de sus pasos de pluma lo hacía caminar de un extraño modo, casi como si flotara. Venía con antifaz dispuesto a todo. De un brinco me levanté y me fui a buscar mi arma. Con rapidez la cargué y me parapeté cerca de la cocina. El bandido entretanto había llegado hasta la sala. Yo sentía su presencia aunque no podía mirarlo. Con sumo cuidado me asomé a la estancia y pude entonces ver su sombra. Me asomé un poco más y finalmente vi lo que hacía: Husmeaba en silencio y observaba la colección de cuadros de Inés con interés. Sin embargo yo sabía que iba a seguir su recorrido, así que retrocedí unos pasos y me acuclillé en lo alto de la escalerita que da a la cocina. Levanté mi arma y me coloqué en posición de tiro, poniendo el ojo en la mira y el dedo en el gatillo. Unos segundos más y el bandido estaría a mi alcance. Esperé. Mi corazón latía acelerado. Tal como lo había previsto el bandido avanzó hacia donde yo me encontraba y antes de que pudiera verme disparé sin piedad. Lo había capturado infraganti y quedó así:


Atontado por el flash se dejó tomar una segunda foto y finalmente huyó por donde había venido.

21.11.07

Meditaciones rebeldes

Guachipelín, 2007

Desde hace años trato de meditar todos los días. Comencé con unos cuantos minutos pero con el tiempo he ido aumentando los períodos y hoy suelo meditar de hora y media a dos horas diarias. Algunas veces he asistido a retiros de meditación de duraciones variables, pero en ciertas oportunidades he llegado a pasar hasta cinco días seguidos en estado de absorción. ¿Por qué y para qué lo hago­? Bueno, esa es una pregunta fácil y difícil a la vez. La respuesta fácil es que he descubierto que me hace bien, que me serena, que me permite ser un poco más lúcido, más tolerante, más paciente, más comprensivo y compasivo. La parte difícil es explicar que lo hago porque tengo fe en que es un modo de llegar al “despertar” o “iluminación”. Y es que mi meditación es de tipo budista Zen... Me considero budista... Al menos trato de serlo porque creo firmemente en la enseñanza budista, formalmente soy parte de una comunidad de ese tipo y hasta tengo una Maestra que es depositaria de conocimientos muy antiguos que se han transmitido de maestro en discípulo desde hace 2500 años cuando surgió el Buda Sakyamuni. Entonces mi meditación es religiosa, aunque el budismo sea una religión no teísta ya que para nosotros no hay necesariamente un Dios. "El Buda" fue sencillamente un hombre que hizo un importante descubrimiento y entonces, al verlo así, trató de comunicarlo y por ello se convirtió en maestro. "El Buda" quiere sencillamente decir “el despierto” y como despiertos puede haber muchos, también puede haber muchos Budas. Y digo que ésta es la parte difícil de explicar porque la verdad no sé si es muy explicable. Puedo enunciar estas cosas, pero no puedo transmitirlas porque la fe en algo solo cada cual la puede encontrar y vivir.

Fe, duda y determinación se consideran los tres pilares del Zen. Entre los primeros dos términos parece haber una contradicción, pero eso es así solo si lo vemos las cosas de un modo relativo. Al englobarlas en un todo esas oposiciones desaparecen. Ahora bien, estos se consideran los pilares porque se dice que una meditación basada en ellos conduce a la iluminación que es algo que puedo aún menos explicar porque no la he vivido. Pero sí puedo decir que con el tiempo “me han ido cayendo” cierto número de valiosas “pesetas”. Son como destellos de comprensión que aparecen de pronto en el espacio de mi intuición mientras medito y que me sirven luego de un modo práctico para llevar mi vida cotidiana.

Sería muy largo ponerme a explicar de qué cosas se trata y además pienso que de todos modos es bastante inútil, porque creo que son auto-enseñanzas hechas a la medida de mi ignorancia y por ello en principio solo a mí me servirían. Sin embargo, hoy sí quisiera compartir la última que tuve -si es que se puede considerar una- porque contrariamente a otras, ésta me resulta a la vez comprensible pero un tanto misteriosa, como si tuviera significados insospechados que tal vez ustedes puedan discernir y comentar. El chispazo me vino bajo la forma de una clara voz interior que irrumpió en mi mente con la fuerza de quien sella un documento y dice simplemente así:

“Para ser rebelde hay que ser alguien”

Es curioso porque en ese momento, ni antes tampoco, estaba yo pensando en la rebeldía o en cosa semejante. Entiendo de esa frase que el derecho a ser rebelde, a verse como una persona que va a contracorriente es algo que se gana o se merece de algún modo, pero en qué medida y cómo se llega a ser “alguien” me resulta como un acertijo y sospecho que ese “alguien” tiene un hondísimo significado que ni siquiera vislumbro. Además, ¿Rebelde cómo? o ¿En qué? ¿Con qué propósito? ¿El famoso "rebelde sin causa" es alguien que paradójicamente no ha llegado a ser alguien? ¿Es alguien cuyo modo de pensar o conducta no está informado en lo que significa SER? ¿Qué solo critica, se queja o berrea sin jamás proponer? ¿Es la construcción de una propuesta el camino para ser alguien? ¿Es la rebeldía la única forma de verdaderamente ser? ¿Tiene importancia ser alguien o bien ser rebelde? No parecería, de acuerdo a esta frase, que se es alguien porque precisamente se sea rebelde de forma previa. A menos de que se entienda todo lo contrario: que en este mundo impersonal y uniforme la rebeldía consista precisamente en ser alguien.

En fin, tal vez para ustedes sea una frase sin ningún sentido producto de una mente adormecida, quizás "tostada" por las prácticas de concentración, o tal vez no; o bien puede que les resulte una frase con un sentido evidente que nada más viene a descubrir el agua tibia. En en todo caso: ¿Qué les sugiere?

PS: Me voy de paseo por unos días, así que no se extrañen si no contesto pronto a sus eventuales comentarios.

20.11.07

Comprando chayotes

Mercado al pie del acueducto romano
Montpellier, 2007

El sábado es día de mercado para los García-Gutiérrez. La idea es levantarnos temprano y, a pesar de que vivimos en Guachipelín, ir hasta la feria del agricultor de Pavas antes de que el sol caliente demasiado y de que los mejores productos vuelen. A mí ahora me gusta eso de ir a los mercados, pero no siempre fue así.

Recuerdo que de niño mi madre se empeñaba en que la acompañara al mercado Borbón, cuyo nombre entonces yo no relacionaba con ninguna realeza. Mientras mi padre se quedaba leyendo en el carro, ella se paseaba de tramo en tramo y yo, malhumorado y realmente asqueado del olor a verdura podrida que ahí se respiraba, la ayudaba a cargar unos bolsones de yute que se iban poniendo cada vez más pesados. Para colmo el hedor se impregnaba en ellos permanentemente, lo que constituía el mejor re-medio para que yo no me acercara a husmear por la cocina, que era el sitio donde mi madre los guardaba.

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4.11.07

Vicios públicos y ocultas virtudes

Dentro de los correos basura que me llegan, algunos se refieren a sexualidad o al menos a una peculiar forma de ver la sexualidad. Los más corrientes son los que tratan de comercializar supuestos tratamientos para tener el pene más grande o grueso, jugando así con ese mito -tan masculino finalmente- que supone que el tener un instrumento de gran calibre le permite a uno hacer mejor las cosas, ser más hombre o conquistar a más mujeres... u hombres (dependiendo de las preferencias de cada cual). Un mito fundado, a no dudarlo, en la falsa idea de que lo cuantitativo es superior a lo cualitativo y que ignora, de forma olímpica, que la sexualidad es una compleja maquinaria físico-emocional que va mucho más allá que lo puramente genital.

Seguramente para abrir nuevos horizontes dentro del floreciente mercado de la metrología sexual, también han aparecido pretendidas técnicas que buscan provocar descargas seminales más abundantes y espesas. Así la panoplia queda casi completa y solo faltaría que surjan –si no es que no han surgido ya- técnicas para dotar de más diámetro o peso a nuestros atributos testiculares (acaso equivalentes a esos exagerados implantes que se hacen algunas mujeres en los senos y que las hacen verse como globos aerostáticos con piernas), o bien otras que doten de sabores y colores diferentes a nuestras eyaculaciones, tal como ocurre con ciertos preservativos.

Sin embargo, esos mails se quedan cortos con respecto a uno que me llegó días atrás y que vende nada menos que una vagina masturbatoria de goma que posee la rarísima cualidad de ser virgen. Es decir, la vagina tiene un himen y uno puede proceder a desflorarla como lo haría con una doncella. Ignoro si la vagina produce algún tipo de sangrado o si gemirá con una mezcla de dolor y placer mientras está siendo penetrada con cierta dificultad, pero si no es así supongo que más de un galán la devolverá decepcionado o se quejará ante la defensoría del consumidor por considerar que aquel “virginal producto” no llenaba todas sus expectativas o que había sido estafado por traer vicios ocultos. Otro vicio podría ser el de una vagina que ya no sea virgen, lo que seguramente suscitaría un escándalo de padre y señor mío, semejante al que provocaría un iluso y anticuado marido al enterarse en la luna de miel de que "su señora" finalmente no era tan suya. ¿O será que estos sueños de virginidad se venden precisamente para paliar la carestía?

Definitivamente los caminos del sexo son impenetrables y todavía estamos muy lejos de ver "implantes" para ensanchar la talla del AMOR, si es que todavía se puede creer en que tal cosa exista y pueda ser desarrollada.