29.1.07

Cambio de luces

Mucho se ha hablado en estos días del peligro que representan los furgones en las rutas de nuestro país y de los accidentes que han causado. Bastante se ha criticado el número excesivo de horas que trabajan los choferes de esos vehículos, sus horarios apretados, su irresponsabilidad manifiesta y reiterada en ciertos casos, la facilidad para obtener permisos de conducir y el enorme error (o negocio dicen las malas lenguas) que significó la clausura del servicio de transporte de mercancias por ferrocarril durante el gobierno de José María Figueres. Todo eso es cierto. Sin embargo, me parece que detrás de dichas manifestaciones de indignación hay algo falso, siento que están viciadas de una hipocresía o una parcialidad que las desvirtúa. Y es que habría que decir primero que en este país, en general, se maneja bastante mal, tal vez por un problema de lo que podríamos calificar como “cultura vial” y que no es ajeno a los valores (o desvalores) de nuestra cultura global.

¿Quien no ha visto la forma en que los conductores se brincan los altos, “juegan de vivos” adelantándose deslealmente en las filas, utilizando para ello incluso zonas prohibidas como el espaldón de las carreteras? ¿Quien no visto virajes en U temerarios, “piques” entre tipos que se creen Fittipaldi y prometen terminar como Ayrton Senna (en el mejor de los casos porque en el peor mueren inocentes), choferes que no guardan la distancia, que adelantan en curva o en zonas de línea amarilla continua, que conducen ebrios? Si miramos bien, una pléyade de infracciones e imprudencias se cometen a cada minuto en nuestras carreteras, muchas de las cuales son tanto o más criminales que las que protagonizan los choferes de los furgones. Así que en realidad estamos en presencia de un fenómeno más basto y resulta por lo menos curioso que ahora todo el mundo quiera desviar la atención del problema principal, acusando al unísono a los choferes de furgones, quienes han pasado a jugar el papel de patos de la fiesta, de chivos expiatorios.

Pero lo más paradójico y risible es que por un lado nos quejemos de los choferes inescrupulosos, pero por otro no tengamos el menor reparo en advertirles, mediante un rápido cambio de luces, de la presencia de la policía de tránsito en algún punto de la carretera. Ese encubrimiento, esa complicidad malsana cuando no malhechora, es para mí el colmo de nuestra irresponsabilidad y la más clara muestra de nuestra falta de cultura vial.

3 comentarios:

Silvia Piranesi dijo...

Siempre enfoncándonos donde no es. Si no son los choferes de furgones, son los taxistas. El problema está en la médula. Si hay algo que me molesta, es esto, un sistema podrido, choferes temerarios que se matan a sí mismos y a los otros. Ahí sí que la vida se nos termina muy estúpidamente.

Eugenio García dijo...

Jeje, es cierto, hasta hace poco el centro de atención eran los taxistas.

Sin una comprensión global y profunda de nuestro papel de ciudadanos y de las responsabilidades y derechos que nos tocan, es imposible que estas cosas cambien.

Julia Ardón dijo...

Volvamos a poner el tren!!!!