9.5.06

El presidente

Yo no fui de los que votaron por Oscar Arias, pero quisiera creer que va a hacer un buen gobierno, al menos uno mejor que el de los cuatro gobernantes que se relevaron en el poder luego de su primer mandato. Y lo quiero creer porque siento que de no ser así se le estaría dando un tiro de gracia a este país. Tengo la edad suficiente para haber vivido y percibido el deterioro institucional, cívico y social en el que nos hemos ido hundiendo. No voy a decir que todo pasado fue mejor, pero sí puedo decir que al menos hace 30 años fue muy interesante. En aquella época yo tenía 12 años y había grandes expectativas sobre el futuro. Durante mi adolescencia ese sentimiento fue en aumento hasta que vino el segundo choc petrolero en el 79. Pero igualmente ese año los sandinistas tomaban el poder en Nicaragua y el idealismo nos ganaba. Y claro, aquello era una bomba porque la mezcla de una adolescencia de por sí rebelde con un ambiente revolucionario no podía dejar de ser explosiva. Sin embargo, todo fue como un espejismo, ya que en realidad lo que comenzaba era el descalabro.

Un buen gobierno para mí se inscribe dentro de la óptica de aquello que decía Lincoln sobre la democracia: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Un buen gobierno debe ser un gobierno profundamente democrático, no solo en su forma de acceder al poder, sino también en aquella de ejercitarlo... debe ser eficaz. Arias accedió al gobierno siendo electo por uno de cada cuatro adultos. Mucha gente usa ese argumento para deslegitimarlo, pero eso me parece una tontería. Arias ganó y ganó democráticamente. Cuando la mayoría se abstuvo lo hacía sabiendo que al no ir a votar estaban tácitamente aceptando lo que viniera. Y vino Arias. Así que él es el legítimo presidente. Además, al elegirlo el pueblo refrendó en las urnas la controvertida sentencia de la sala IV que interpretó que podía haber reelección. Discutir ahora si Arias tenía o no legitimidad para postularse ya no tiene sentido. Otros argumentarán que Arias no es del pueblo, que lo puso una oligarquía con un enorme capital a su disposición para comprar conciencias, manipular encuestas y atontarnos con propaganda. Es cierto, Arias surge de una clase aristocrática y ha contado con el apoyo de los grandes capitalistas de nuestro país. Pero esa no me parece una razón para decir que es un presidente ilegítimo, porque a pesar de todo tuvimos la libertad de votar o no por él.

Pero como la mayoría de los que depositaron su voto en las urnas el pasado 5 de febrero le dió su apoyo y lo hizo ganar, vuelvo a lo que iba: A mi esperanza de que ojalá Arias y su equipo hagan un buen gobierno, uno que le devuelva al país la esperanza y la confianza en sus instituciones, la fe en su futuro. Eso es muy importante porque de lo contrario el abismo que se abre a nuestros pies sería mucho más inquietante de lo que ya es.

Hace unos doce años tuve la oportunidad de trabajar en la producción de un documental para la televisión francesa. En esa época yo vivía en Francia y fui contratado para formar parte de un equipo que vendría a Costa Rica a investigar sobre el tema de la paz. “Costa Rica o el deseo de Paz” se llamaba el documental (que dicho sea de paso nunca fue proyectado aquí a pesar de que el Centro Costarricense de Producción Cinematográfica fue coproductor y obtuvo su copia). Obviamente un encuentro con Arias era una cosa sumamente importante y deseable. Después de algunas negociaciones logramos la cita. Como yo era el asistente de dirección y la directora no hablaba muy bien español a mí me tocó hacer muchas entrevistas, entre ellas la de Arias. Me acuerdo que ese día filmamos como cuarenta minutos con él y que tuve la ocasión de interrogarlo sobre muchos aspectos. Después de cada pregunta Arias se tomaba varios segundos para contestar. Parecía reflexionar mucho lo que iba a decir y al final estructuraba unas respuestas que nos parecieron ricas y útiles para el documental. Sin embargo, salí con la impresión de haber hablado con un tipo muy circunspecto, distante y frío... un ególatra que vivía de sus glorias pasadas. Yo no creía que fuera a hacer algo más, lo veía como alguien que había cumplido con lo suyo. Obviamente me equivocaba y desde entonces él ha logrado muchas cosas más y ahora es el presidente. Esperemos que su energía le aguante para cuatro rudos años de gobierno y que sepa conducir esta barcaza del mejor modo hacia costas más ricas para todos. A pesar de su mal paso con lo del CENAC, confío que en lo futuro, antes de cada acción, él meditará bien su proceder. Por lo demás, no olvidemos que como ciudadanos nos toca fortalecer la verdadera democracia mediante la participación, la entrega, la vigilancia, y el respeto por los otros y por el entorno. Si hemos de exigirle cuentas al presidente Arias al cabo de cuatro años, también hemos de exigírnoslas, ante todo, a nosotros mismos.

Reflexiones suplementarias:

-Viéndolo bien sí hay algo en lo que le podría pedir cuentas desde ya a Arias (aparte de su "salida" con lo del CENAC) y es que no intentara convencer a Ana Belén de cantar para todos. ¡Egoísta! No sólo él tiene derecho a convertirla en su cantante platónica.

-En nuestro país ya se está volviendo costumbre hacer un extraño tipo de poesía donde presidente rima por delante con presidiario.... ojalá que a esto no tengamos que añadir dentro de unos años presidiarias.

1 comentario:

Julia Ardón dijo...

Excelente y sensato comentario.