10.12.07

Réquiem por la música

A pesar de que siempre he escuchado mucha música, de que con los años he ido acumulando un número importante de discos y grabaciones y de que en ciertos períodos de mi vida incluso me ha dado por medio tocar la guitarra, dizque cantar y hasta "componer" pretendidas melodías y canciones, el caso es que he constatado que últimamente escucho cada vez menos música. En la repisa donde tengo mis discos tengo también una tarjetita con una cita de Nietzsche según la cuál “Sin la música la vida sería un error”. ¿Será que me estoy descarriando? ¿Qué voy errando errado por la vida? No lo sé, pero paradójicamente creo haber encontrado una pista en “La ignorancia”, una novela de Kundera de la que ya había hablado antes. En cierto pasaje él menciona a Schönberg, el creador de la música dodecafónica y dice lo siguiente:

“Ya pueden luchar dos grandes ejércitos por causas sagradas, siempre será una minúscula bacteria pestífera la que acabará con los dos (...). Schönberg era consciente de la existencia de esa bacteria. Ya en 1930 escribía: “La radio es un enemigo, un despiadado enemigo que avanza irresistiblemente y contra la que toda resistencia es vana”; la radio, “sin sentido alguno de la medida, nos atiborra de música (...), sin preguntarse si queremos escucharla, si tenemos la posibilidad de percibirla”, de tal manera que la música pasa a ser un simple ruido, un ruido entre otros ruidos”.

Desde luego eso es algo terriblemente triste, pero para colmo he de admitir que con el tiempo me he ido volviendo más insensible, más sordo incluso a esos “ruidos” y también cada vez más refractario a provocarlos. Sí, con el tiempo siento que he empezado a aborrecer la música o más precisamente sus condiciones de difusión y, por un movimiento inverso, a ser cada vez más amante de los ruidos blancos naturales como la voz del viento, de las olas (ya ni siquiera la voz humana) y de la tonada sutil del silencio, que para mi es la más bella sinfonía y también la más rara porque el silencio en nuestras cacofónicas ciudades es algo casi imposible. Tal vez lo único que sigo encontrando maravilloso es un concierto en vivo, donde existe otro timing y donde puedo admirar a discreción cada gesto de los músicos, cada matiz sonoro y por supuesto la humana imperfección, algo que se encuentra prácticamente ausente de esas producciones musicales modernas tan lisas como un cuero tieso. Sí, la imperfección es la vida, solo lo que está muerto es perfecto por irrevocable.

Más adelante Kundera agrega:

“La radio fue un pequeño arroyo en el que todo empezó. Llegaron después otros medios técnicos para reproducir, multiplicar, aumentar el sonido, y el arroyo se convirtió en un inmenso río. Si antaño se escuchaba música por amor a la música, hoy aulla constantemente por todas partes “sin preguntarse si queremos escucharla”, aulla por los altavoces, en las calles, en las salas de espera, en los gimnasios, en los walkman; música reescrita, reinstrumentada, acortada, desgajada, fragmentos de rock, de jazz, de ópera, flujo en que todo se entremezcla sin que se sepa quién es el compositor (la música convertida en ruido es anónima), si que se distinga el principio del fin (la música convertida en ruido no sabe de formas): el agua sucia de la música en la que muere la música”.

Y como dice el refrán: Agua que no has de beber déjala correr... lo que en mi caso equivale a apagar el equipo de sonido y a dejar que el ipod "corra" hasta que se le extinga la pila para siempre, o al menos hasta el día improbable en que la música vuelva a ser fresca y cristalina para mi oído izquierdo, que el derecho hace años que no me funciona (sin alusiones políticas).

2 comentarios:

Tartaruga dijo...

Este texto tuyo me duele en las entrañas. Mandame por email tu correo postal Quime, me gustaría mandarte una cosa. Abrazo fagotistico!

Eugenio García dijo...

No le hag�s mucho caso, son �nicamente mis loqueras. La m�sica, hoy m�s que nunca, es buscada por todo el mundo. De ah� tanta pirater�a. Abrazos.