5.12.07

La mascota

Como habrán notado si vienen por este blog con cierta regularidad, de vez en cuando traduzco del francés algún texto que me resulta interesante y lo hago porque quisiera compartirlo con quienes no leen en esa lengua o lo hacen con dificultad. Por lo general son artículos de Le Monde, periódico que suelo leer en su versión digital. Esta vez encontré en él una historia que tiene que ver con la segunda guerra mundial y que encuentro particularmente conmovedora.

La mascota de un regimiento de SS lituano

Un anciano rememora su vida en su pequeña casa de Melbourne, Australia. La emisión “Siete a ocho” contó su destino singular el domingo 2 de diciembre por TF1. Es un niño judío que tenía seis años cuando los alemanes entraron en 1941 en su pueblo, en Bielorrusia. “Agruparon a todos los hombres y los ejecutaron. Mi madre me dijo: “tu padre fue fusilado”. Luego ella me tomó en sus brazos y me dijo: “Mañana vamos a morir todos”, se acuerda. Pero él consigue huir. Desde lo alto de una colina logra ver a sus tías, a su madre, a su hermano y a su hermana muertos en el piso. La matanza dura un día entero.

El niño erra luego durante un mes en el bosque, mendigando pan en los pueblos y despojando cadáveres para vestirse. Finalmente es arrestado por un regimiento de SS lituano. Un soldado se apiadó de él, tal vez porque con sus rizos rubios se parecía a un pequeño lituano. El niño le pidió no revelar a nadie que era judío. Se convierte entonces en la mascota del regimiento, figura en films de propaganda donde se le ve sonriente hacer el saludo nazi. El encera las botas de los soldados, les lleva de beber, va a buscar para ellos fresas salvajes en el bosque.

Una foto suya con pequeño uniforme del ejército alemán es todo lo que le queda de ese pasado. Se baña apartado de los otros para no mostrar que es circunciso. A cada instante teme que la verdad sea revelada. “En esa época yo no podía ir a acostarme sin llorar”, dice. “No fui a la escuela. No tuve familia. No tuve infancia”, añade. Al final de la guerra el soldado que lo había rescatado lo confía a una familia lituana. A los 15 años emigra hacia Australia, donde se casa y tiene tres hijos. Durante todos esos años él dijo solamente que era huérfano.

Y luego, tarde en su vida, decide contar su historia a su hijo mayor. “Siempre quise volver a Bielorrusia para depositar flores en la tumba de mi madre. Pero yo no sabía dónde estaba esa tumba. Ni siquiera conocía mi apellido. Solamente me acordaba del nombre de mi poblado”, dice. Cuando por fin hizo el viaje, descubrió que su verdadero nombre era Ilya Galperin y que su padre no fue ejecutado como pensaba, sino enviado a Auchwitz y luego a Dachau, desde donde volvió a su pueblo. Ahí se volvió a casar y tuvo otro hijo. Su medio hermano cuenta que su padre ponía flores, cada domingo, en la tumba donde lo creía enterrado con su madre y los otros miembros de la familia. Murió en 1974. “El no sabía que yo había sobrevivido y yo no sabía que él había sobrevivido”, dice con lágrimas en los ojos.

Escrito por Dominique Dhombres

2 comentarios:

Silvia Piranesi dijo...

ay quimera, q triste... q azar más cruel no encontrarse, y q azar más afortunado sobrevivir.

Aguila Diurna dijo...

Me arrancaste lagrimitas!
Que fortaleza para sobrevivir ante la adversidad, mis respetos.
Un besito y gracias por este relato!