24.4.06

Ser parte de la buena noticia

A su regreso a Costa Rica, en alas de una merecida gaviota de plata ganada en el Festival de Viña del Mar, el cantautor nacional Humberto Vargas declaró: “El mundo no está lleno de buenas noticias, ser parte de una de ellas me llena de felicidad”. Ojalá todos nuestros compatriotas tuvieran el empeño, la generosidad, la humildad, la ecuanimidad, el optimismo y la visión de Humberto (acompañado en su aventura musical por el talentosísimo Walter Flores). Pero lamentablemente muchos en este país siguen insistiendo, por ceguera, ignorancia, ambición o codicia en ser parte de las malas noticias. Algunos lo hacen desde las cimas del poder, otros desde los bajos fondos de nuestra sociedad. Entre ambos polos un abanico de posibilidades se abre. En los peores casos la mala noticia se forja con sangre y un profundo sufrimiento para muchos seres inocentes y hasta para sus mismos autores, pero usualmente no llega a tanto y más bien se resuelve en un difuso sentimiento de desilusión, desamparo y pesimismo para los ciudadanos en su conjunto. Sentimientos que poco a poco nos hacen perder la fe en el futuro, que nos vuelven cínicos y acrecientan nuestro egoísmo, llevándonos al aislamiento detrás de muros y de rejas físicas y espirituales. Algo que definitivamente está muy lejos del sentimiento de felicidad que expresó Humberto y que provocó en nosotros con su triunfo, lo cual le agradecemos.

De ahí la importancia de la buena noticia, de trabajar por producirla y hacerla circular siendo parte de ella, no para figurar en la primera plana de un periódico, ni en las pantallas de televisión, ni para darse importancia, sino para contrabalancear aquello que nos va minando como proyecto social, como nación y como individuos y que nos hace estar sedientos de buenas noticias aunque no nos demos cuenta. A este respecto me parece necesario que el periodista, ese profesional encargado de buscar y difundir noticias, considere como un deber el esforzarse en perseguir con más ahínco la noticia constructiva (incluso si es pequeña y no necesariamente la que más venda) y darle un sitial de honor en los medios de comunicación masiva, espacio que por amarillismo o por otras razones injustificadas muchas veces se destina desproporcionadamente a la mala noticia.

Ahora bien, obviamente muchas de las noticias que nos llegan no vienen impresas, no son difundidas por ninguna radio y tampoco aparecen en los telenoticiarios, sino que nos llegan por boca de nuestros familiares, amigos y colegas y a menudo son las que más nos sacuden. Así que sin importar la escala y el medio, esforcémonos en ser parte de una buena nueva ahí donde ella tenga lugar, convirtámonos en humildes artesanos, en productores de la noticia positiva y hasta luchemos por exportarla a donde se pueda (ya que dichosamente y hasta nuevo aviso ella no necesita de ningún TLC para circular libre como una gaviota). Tal empeño sin duda terminará por acrecentar nuestra felicidad individual y colectiva como bien lo demostró Humberto. Y mientras trabajamos en esa noble tarea inspirémonos oyendo sus hermosas canciones.

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