24.6.09

Neda

Neda, tal vez cometí el error de ver tu muerte, porque desde entonces te he visto morir mil veces… atorada en mis noches, echando tu ancla en la zona ciega de mis parpadeos. Caes una y otra vez con las piernas abiertas como una mujer a punto de dar a luz, pero reiteradamente es la Parca quien te pare a la sombras eternas. Y ya no me abandonan esas manos tuyas, finas y apretujadas, colocadas en tu pecho perforado; ni me dan tregua tus ojos, que se abren por última vez como buscando la tierra, antes de que la sangre eche raíces en tu rostro y pinte en él una máscara de horror.

Neda, no tuviste tiempo de tener miedo, ese miedo que tu padre temió. Mejor así. Lo malo es que tampoco lo tuvieras para vivir la promesa de una vida que algún cobarde segó.

Neda, si supieras como hoy los brazos y los puños de tu gente se alzan como espigas tras tu asesinato. Si supieras como un fuego verde se ha propagado por los corazones del mundo como un llamado. Quizás sea un incendio de esperanza Neda. ¡Ojalá!

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