4.11.07

Vicios públicos y ocultas virtudes

Dentro de los correos basura que me llegan, algunos se refieren a sexualidad o al menos a una peculiar forma de ver la sexualidad. Los más corrientes son los que tratan de comercializar supuestos tratamientos para tener el pene más grande o grueso, jugando así con ese mito -tan masculino finalmente- que supone que el tener un instrumento de gran calibre le permite a uno hacer mejor las cosas, ser más hombre o conquistar a más mujeres... u hombres (dependiendo de las preferencias de cada cual). Un mito fundado, a no dudarlo, en la falsa idea de que lo cuantitativo es superior a lo cualitativo y que ignora, de forma olímpica, que la sexualidad es una compleja maquinaria físico-emocional que va mucho más allá que lo puramente genital.

Seguramente para abrir nuevos horizontes dentro del floreciente mercado de la metrología sexual, también han aparecido pretendidas técnicas que buscan provocar descargas seminales más abundantes y espesas. Así la panoplia queda casi completa y solo faltaría que surjan –si no es que no han surgido ya- técnicas para dotar de más diámetro o peso a nuestros atributos testiculares (acaso equivalentes a esos exagerados implantes que se hacen algunas mujeres en los senos y que las hacen verse como globos aerostáticos con piernas), o bien otras que doten de sabores y colores diferentes a nuestras eyaculaciones, tal como ocurre con ciertos preservativos.

Sin embargo, esos mails se quedan cortos con respecto a uno que me llegó días atrás y que vende nada menos que una vagina masturbatoria de goma que posee la rarísima cualidad de ser virgen. Es decir, la vagina tiene un himen y uno puede proceder a desflorarla como lo haría con una doncella. Ignoro si la vagina produce algún tipo de sangrado o si gemirá con una mezcla de dolor y placer mientras está siendo penetrada con cierta dificultad, pero si no es así supongo que más de un galán la devolverá decepcionado o se quejará ante la defensoría del consumidor por considerar que aquel “virginal producto” no llenaba todas sus expectativas o que había sido estafado por traer vicios ocultos. Otro vicio podría ser el de una vagina que ya no sea virgen, lo que seguramente suscitaría un escándalo de padre y señor mío, semejante al que provocaría un iluso y anticuado marido al enterarse en la luna de miel de que "su señora" finalmente no era tan suya. ¿O será que estos sueños de virginidad se venden precisamente para paliar la carestía?

Definitivamente los caminos del sexo son impenetrables y todavía estamos muy lejos de ver "implantes" para ensanchar la talla del AMOR, si es que todavía se puede creer en que tal cosa exista y pueda ser desarrollada.

4 comentarios:

Aguila Diurna dijo...

Ay Quimera me rio y lloro al mismo tiempo!
En el sexo es donde más se puede observar nuestra separatividad. Solo si dejamos de dispersar el humo y comenzamos a investigar de donde proviene podremos descubrir donde está el fuego.
Un gran tema, una gran confusión, un gran misterio.
Un beso.

Eugenio García dijo...

Lo que en principio es para gozar puede servir también para reir y llorar...jeje.

Y tenés razón, el tema es insondable, misterioso, y yo añadiría que algo resbaloso también (ojo, sin dobles sentidos), pero precisamente por eso mejor usar con él la irreverencia y el humor. Un abrazo.

Silvia Piranesi dijo...

es que ya no hallan ni qué inventar.
ó
pa' todo hay gustos.
ó
de todo hay en la viña del señor.

Tartaruga dijo...

Que cosas...