Hacerle la cruz a Las Crucitas
¿Qué decirles a los ciudadanos que, de buena voluntad y movidos por una sincera preocupación acerca del bienestar de sus hijos y de ellos mismos, se presentaron ante el MINAE el lunes pasado para defender la apertura de la mina a cielo abierto Las Crucitas? ¿Qué decirles a éstas personas que legítimamente se desvelan por el trabajo y el desarrollo en su zona? ¿Qué decirles a estos padres y madres que están en primera línea en el combate por el sustento diario y que muchas veces la pobreza les gana? ¿Qué decirles a estas personas y a quienes piensan como ellos? Delicada tarea la de decirles algo, pero muy necesaria.
Yo no sé que les dirán otras personas, pero lo que yo quiero hacerles ver con todo respeto y humildad es que me parece que están equivocados. Se equivocan completamente creyendo que un proyecto como Las Crucitas les va a traer mayor bienestar. Creo que es precisamente todo lo contrario lo que ocurrirá de abrirse esa mina, porque se ha demostrado en otras ocasiones que tales prácticas mineras lo que dejan a la larga es más miseria y desolación. Quiero decirles que esos números tan jugosos que les presentan desde las altas esferas del gobierno y de la empresa Infinito, son una infinita estafa porque lo que se piensa sacrificar vale más que el oro y realmente no tiene precio. Quiero decirles que ese cuento de que todo se repondrá y que luego van a sembrar árboles me parece eso: un cuento, una burda patraña de una empresa canadiense que viene a nuestro país a explotar nuestros recursos porque en su propio país estrictas leyes ambientales se lo impiden. No se dejen engañar con oropeles. Hay que hacerle la cruz a ese proyecto o él nos la hará a todos nosotros, y en grande. El progreso jamás podrá lograrse a costillas de la naturaleza. Tumbar cientos de hectáreas de bosque jamás podrá ser equilibrado con ninguna otra acción. Es un daño que se comete una vez y para el cual no hay reparación posible. Cinco o diez años de minería dejarán heridas purulentas en la montaña y los ríos, gangrenas nauseabundas que nadie sabrá cómo sanar y de las cuales nadie se hará responsable.
Quiero además decirles, que si bien ustedes están en primera línea y experimentarán en carne propia lo que allá suceda, eso no quiere decir que tengan más derecho a opinar que personas que viven al otro lado del país, porque todos somos ciudadanos y todos tenemos derecho a considerar y defender la forma de desarrollo que estimemos más conveniente para nuestro país en su conjunto.
Si ustedes de verdad se preocupan por el futuro de sus hijos, entonces mejor inviertan esa energía que están desplegado a favor del proyecto, en pedirle al gobierno que más bien los ayude a crear fuentes de desarrollo amigables con el medio ambiente. En esa lucha siempre tendrán todo mi apoyo, por muy modesto que sea.
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