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18.1.08

Breve historia de mi calva

Recuerdo que siendo yo niño, mi padre me llevaba a la Barbería Cricrí, a un costado de la plazoleta de la Soledad. A pesar del tiempo, aún tengo en mis narices el fuerte olor a colonia barata que impregnaba el ambiente. Recuerdo también que al bajarme de la silla de caballito de reluciente cuero rojo, el barbero -un señor ancho y bigotudo con lentes de pasta y vidrios en armonía con su contextura- sacaba de unas bomboneras panzonas un caramelo parecido al que prometía en la fachada la columna infinita que yo confundía con una melcocha tricolor y me lo regalaba. Pero no era en realidad un caramelo, sino la carnada de su anzuelo comercial que aseguraba que yo insistiría en volver a su negocio en cuanto necesitara un nuevo corte de pelo, el cual en ese entonces era una verdadera "mata", densa y muy negra, que crecía en cámara rápida.

Luego vinieron tiempos rebeldes, cabello largo al viento y pocas tijeras. Más tarde el pelo comenzó a protestar y a hacer huelga... de cabellos caídos. Los traté de retener atándolos en cola de caballo, pero nada que hacer. La maquinaria genética estaba lanzada y como el cabello largo por detrás y ralo por delante me parecía de mal gusto, empecé de nuevo a frecuentar barberías. Encontré entonces refugio en salones equipados con manos femeninas, en general más delicadas, porque no me gustaba que los bárbaros barberos me quisieran desnucar cuando me hacían girar la cabeza para atacar con sus tijeras un punto inaccesible de otro modo. En particular recuerdo a un barbero árabe en París que casi me tuerce el pescuezo como si fuese gallina. Por último, ya rendido a la inevitable calvicie, decidí que mi “look” hasta el final de mi vida sería el de un monje Zen. Así que una maquinilla eléctrica con graduación de 0 a 4 se volvió un artefacto indispensable en casa. Hoy es mi compañera Inés quien cada mes me hace el corte con la navajilla 0 o 1 (dependiendo de mi estado de ánimo... y del clima).

Al principio tuve que soportar algunas pifias de principiante, pero el tiempo, la práctica y mis quejas han ido dando a sus manos la destreza necesaria. Cosa que aprecié aún más cuando hoy, por primera vez en mi vida, quise cortarme el pelo yo solo, pero fue una catástrofe. Únicamente pude hacerlo bien en el hemisferio delantero de mi cabeza. En la parte trasera la maniobra se me hizo un lío e Inés tuvo que terminar el trabajo.

Tener el pelo tan corto me resulta muy cómodo y a tal punto me he acostumbrado a esa longitud, que ya ni imagino como podría ser de otro modo. Lo único malo en esta época bipolar de sol y frío es que debo andar con gorra porque, o me tuesto el coco o me lo congelo. Tal vez por ello es que con los años me he ido haciendo de una pequeña colección de gorras, boinas y sombreros diversos que algunos confunden con una inclinación "snobista" mía, pero que simplemente responde a mi necesidad de tener con qué cubrir mi calva. Entre las piezas que más venero en esa colección está la boina de lana negra que había traído mi abuelo de Francia en el único viaje que hizo a ese país allá por los años 30. Durante años la usó mi padre, que también era bastante calvo y al morir él, la boina pasó a mis manos... o mejor dicho... a mi cabeza.

20.11.07

Comprando chayotes

Mercado al pie del acueducto romano
Montpellier, 2007

El sábado es día de mercado para los García-Gutiérrez. La idea es levantarnos temprano y, a pesar de que vivimos en Guachipelín, ir hasta la feria del agricultor de Pavas antes de que el sol caliente demasiado y de que los mejores productos vuelen. A mí ahora me gusta eso de ir a los mercados, pero no siempre fue así.

Recuerdo que de niño mi madre se empeñaba en que la acompañara al mercado Borbón, cuyo nombre entonces yo no relacionaba con ninguna realeza. Mientras mi padre se quedaba leyendo en el carro, ella se paseaba de tramo en tramo y yo, malhumorado y realmente asqueado del olor a verdura podrida que ahí se respiraba, la ayudaba a cargar unos bolsones de yute que se iban poniendo cada vez más pesados. Para colmo el hedor se impregnaba en ellos permanentemente, lo que constituía el mejor re-medio para que yo no me acercara a husmear por la cocina, que era el sitio donde mi madre los guardaba.

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31.7.07

Fin de la aventura para Michelangelo

Y la Parca siempre tenaz y no contenta de haberse llevado al gran Bergman, ayer mismo siguió guadañando la vida de otro gigante del cine: Michelangelo Antonioni. La casualidad es extrema teniendo en cuenta que estos dos hombres se admiraban mutuamente.

Curiosamente hace unos días publiqué algo sobre Monica Vitti, quien fuera compañera y musa del maestro italiano y lo citaba a él al inicio del texto. Lejos estaba yo de imaginar que tan rápidamente tendría que evocar nuevamente su nombre para lamentar su pérdida.

A Antonioni tuve la suerte de verlo una vez en el año 93. El ya estaba mayor y se desplazaba en silla de ruedas luego de haber sufrido un derrame cerebral que también le impedía hablar, pero aún así de vez en cuando realizaba alguna película que siempre era esperada como un gran evento, aunque solo fuera un corto. En ese tiempo yo vivía en París y cuando vi que la sala del museo del Louvre invitaba a la première parisina de "Noto, Mandorli, Vulcano, Stromboli, Carnevale" (documental de once minutos), marqué en rojo la fecha en el calendario y esperé. La actividad prometía ser más especial aún porque contaría con la presencia del realizador. Antonioni, sumamente discreto, se ubicó en la parte de atrás de la sala durante la proyección de su bella película. Al final hubo una ovación que él agradeció silenciosamente conmovido y luego se retiró en compañía de su última esposa Enrica Fico. Eso fue todo. Algo tan corto como la vida humana en la marea del tiempo. Dichosamente queda su extraordinaria filmografía, pero claro, para alguien como yo que siguió de cerca su vida artística y aprendió a valorarlo a través de sus obras, enterarse de su muerte es bien triste.

Con la partida de Bergman y de Antonioni ayer lunes, ya veo cual era el fondo de los malos presentimientos que tuve el fin de semana durante mis delirios.

8.7.07

La Vitti

Ha una bella nuca, pottrebe fare dal cinema"
Michelangelo Antonioni

Ver a una leyenda del cine, no en película ni en foto, sino ahí delante tuyo, puede resultar excitante y en algunos casos hasta divertido. Así fue como yo vi a la Vitti, la musa del maestro Antonioni, el Miguel Ángel del séptimo arte: Una mujer alta corriendo por los pasillos de un palacio y un enjambre de fotógrafos persiguiéndola. En ese momento no supe quien era, solo observé una cabellera rubia flameando por la velocidad del cuerpo que la impulsaba y una tormenta de flashs reverberando en sus rizos. Mi curiosidad se despertó y me fui detrás de los paparazzis, pero sin cámara.

Un día de estos mientras repasaba ese magnífico film llamado El Eclipse (1962), protagonizado por la inmortal Monica Vitti y por un Alain Delon casi adolescente, rememoré esa escena. Me trasporté al año 90, destino: "La Côte d'Azur". Recordé el mediterráneo obsesivamente azul frente al hotel Majestic de Cannes y su brisa salobre me acarició de nuevo el rostro mientras caminaba por las ásperas arenas de la playa adyacente al “Palais des Festivals”, la misma playa donde tanta starlette se hizo fotografiar inútilmente ansiando ser descubierta por algún afamado director. ¿Cuántas otras no se habrán entregado ahí mismo a algún productor proxeneta?

Pero la Vitti no era cualquier starlette. Hace tiempo había dejado de llamarse Maria Luisa Ceciarelli y ahora disfrutaba de la gloria. Ella era “La Avventura”, “Il Deserto Rosso” y por supuesto también era “L’Eclisse”, ella era el ingrediente clave de la mejor cosecha antonionesca. Su talento luego serviría a Vadim, a Buñuel, a Losey, a Monicelli, a Scuola y a una larga lista de directores que no acabaría de nombrar y que sin duda hubieran agradecido el ojo avizor del gran maestro italiano cuando descubrió que su hermosa nuca estaba destinada al cine. Por mi parte, cuántas veces no habré visto “La Avventura” y admirado la belleza enigmática de esta mujer, su rostro alargado, su boca inefable y sus ojos de gacela reflexiva. Pero una cosa es el lente de la cámara de Antonioni y otra la mirada humana, una cosa son los veinte años con maquillaje y otra la cincuentena sin misericordia. Por eso yo no había reconocido a la Vitti mientras huía de los fotógrafos. Cuando finalmente la horda furiosa la arrinconó en un ángulo obtuso del Palacio de los Festivales y yo me abrí paso entre los bárbaros del flash para observar mejor aquella presa acribillada a punta de obturadores, me maravillé al ver que se trataba de ella, de la Vitti. Mucho más vieja claro, pero siempre una mujer exquisita y radiante. Delante de mis ojos, apenas a un par de metros, ella desplegaba su sonrisa cautivadora y yo respondía con una ráfaga de metralla neuronal con la intención de disecarla para siempre en mi memoria.

Después lo supe, la Vitti había ido al Festival de Cannes ese año para presentar una película dirigida por ella: “Scandalo Segreto”. Creo que me peleé con alguien para obtener entradas pero en realidad fue inútil, la Vitti estaba hecha para enamorar las cámaras, no para dirigirlas.

Tarde en la noche, pasada la ensoñación, fui a devolver la copia que había alquilado de El Eclipse. En la estantería del videoclub otras películas protagonizadas por la Vitti exhibían sus fotos en la carátula como para atraer mejor a improbables clientes. Yo pensé en ella, en el maldito alzheimer que la roe. Pensé en el fugaz instante en el que habíamos coincidido en tiempo y espacio para respirar acaso algunas moléculas del mismo aire. Fue en una vida ya eclipsada para ambos.

11.6.07

La bien casada

Lo escuché en el aeropuerto Juan Santamaría:

Dos mujeres estilo jet set (es el caso de decirlo) se encuentran y comienzan a hablar. Una le pregunta a la otra: ¿Y estás felizmente casada? Y ésta le responde: "Ah sí claro, viajo mucho".

11.3.07

Tanda de terror en el Variedades

Advertencia: Este le podría resultar un post todavía más aburrido y soporífero que los que habitualmente rinden honor al nombre de este blog. En él abordo una serie de explicaciones técnicas sobre formatos de video, así que si usted, estimado lector o lectora, es alérgico a ello, le recomiendo simple y llanamente saltárselo. Pero si a pesar de todo desea conocer un ejemplo más de lo folclórico que pueden resultar las cosas en este país, entonces siga adelante con la lectura, porque ese es el lugar donde desemboca todo: el magma de nuestra idiosincracia... nuestro alfa y omega.

Inspirado por la práctica del Zen, yo por lo general trato de cultivar la paciencia y la tolerancia, pero ayer debo admitir que se me derrumbó como un castillo de naipes durante las proyecciones de la Muestra cuando me puse ansioso y luego fúrico... incluso se me despertaron oscuros instintos criminales. Y no lo digo por el grado de calidad de los trabajos que fueron presentados, sino por las condiciones mismas de proyección.

Actualmente hay dos grandes formatos concernientes a la relación de aspecto de la imagen en la producción de videos. El más tradicional es el llamado 4:3 que presenta una imagen rectangular pero no muy alejada de la forma cuadrada, y el segundo es el llamado 16:9 que corresponde a lo que comúnmente se conoce como pantalla ancha, formato que se ha venido usando con mayor frecuencia a medida que se popularizan las pantallas de plasma y LCD de formato largo. Un trabajo hecho en 16:9 pero proyectado en 4:3 se verá deformado con una imagen estirada en el sentido vertical. Un personaje gordo, por ejemplo, se verá más delgado y más alto. Por el contrario, un trabajo hecho en 4:3 y proyectado en 16:9 se verá estirado en el sentido horizontal y los personajes lucirán más gruesos y achatados. Por ello el formato de producción y el de proyección siempre deben coincidir.

“Alegoría”, el trabajo que yo presenté a la Muestra y que defino como “una alegoría de la dolarización de nuestra economía”, lo hice únicamente a partir de de dos imágenes que se combinan de múltiples formas mediante una serie de animaciones bidimensionales: la de un antiguo billete de 5 colones y la de un billete de 1 dólar. Siendo que los billetes tienen una forma alargada que se corresponde bastante con la de una pantalla ancha, me pareció que el formato de producción que calzaba mejor con ellos y con lo que yo quería hacer de ellos era el formato 16:9, y por eso mi video no solo fue realizado en ese formato sino que también debe ser proyectado con esa relación de aspecto. Para evitar malentendidos, tanto el cassette en el que entregué la obra como su cajita tenían por lo menos tres indicaciones de cuál era el formato de proyección correcto e incluso venían acompañados de una nota para el proyeccionista, a quien únicamente le basta apretar un par de botones en el proyector para pasar de un formato 4:3 a un formato 16:9.

Lo que nunca me imaginé pero descubrí en el momento de entregar la copia es que los organizadores de la Muestra habían decidido, dizque para simplificar la proyección y evitar problemas, poner todos los trabajos en un DVD. ¡Genial! Solo que eso no solo nivela por lo bajo la calidad de los trabajos al tener que comprimir la imagen para conformarla con la definición própia de un DVD (un verdadero atentado para la gente que trabajó en formatos de mayor calidad, incluso en película cinematográfica), sino que también acarrea otra serie de problemas técnicos que deben ser resueltos con mucho cuidado si se desea evitar un circo de espejos deformantes donde los gordos aparezcan como flacos y viceversa.

Por ello lo primero que se debió haber hecho fue haber advertido a los realizadores y productores que entregaran su material con la relación de aspecto definitiva. Se debió haber dicho, “señores y señoras, sepan que haremos un DVD parejo para todo el mundo, cuya relación de aspecto será 4:3, así que si su trabajo está en 16:9 procure entregar el material en ese formato y no piense que el proyeccionista va a estar apretando botoncitos durante la proyección”. Pero no se hizo. Nadie advirtió nada y yo ingenuamente llegué a pensar que se haría lo que para mí habría sido más lógico... que se proyectarían las obras con la mejor calidad posible y que el proyeccionista haría bien el trabajo para el cual se le paga, es decir, para poner y sacar cintas de casetteras y proyectores... para apretar los botoncitos correctos cuando tenga que apretarlos. Por ello entregué mi trabajo como lo entregué... en 4:3 con indicación de ser proyectado en 16:9. En este punto se preguntarán: “¿Pero no acaba de decir que los formatos de producción y de proyección deben coincidir?” Sí, lo dije... pero el asunto es un poquitín más complejo todavía. Resulta que en realidad hay dos modos de entregar el trabajo en 16:9: el primero y preferible es entregarlo en 4:3 pero con una imagen estirada en el sentido de la altura (a la vertical), cosa que como dije antes, corrige el proyeccionista apretando un par de botoncitos que calibran el proyector en 16:9. Y la segunda forma es entregarlo en 16:9 aparente, mediante un estiramiento de la imagen en el sentido horizontal hecha desde la postproducción, lo que automáticamente crea unas bandas negras horizontales en la parte alta y baja de la pantalla conocidas como “letterbox”, es decir, se le da la relación de aspecto definitiva desde antes de la proyección. Por eso aunque el proyeccionista deje su proyector en 4:3 la imagen será vista correctamente si lleva “letterbox”. Pero esta última solución no es la más adecuada porque se pierde alrededor de un tercio en superficie de proyección, siendo entonces preferible la primera opción.

Cuando supe cómo sería la jugada comencé a preocuparme y comencé a hacer llamadas intempestivas al Centro de Cine para tratar de lograr que me mostraran el DVD de proyección y poder verificar que la persona que lo había hecho había entendido que mi trabajo estaba en un 16:9 no aparente (es decir, un 4:3 con imagen estirada a lo alto) y que entonces le tocaría a él ponerle el “letterbox”. Creo que en el transcurso de la semana hice como cuatro llamadas hasta que saqué una cita para la verificación, cita que finalmente resultó fallida porque el DVD no estuvo listo sino hasta ayer a última hora. Sin embargo, a la entrada del cine uno de los técnicos del Centro de Cine me juró y rejuró que habían entendido mis inquietudes y que el trabajo estaba en el formato correcto. Es más, me dijo que si no se proyectaba de la forma que yo quería tendría derecho a asesinarlo.

Traquilizado por aquellas palabras apologéticas del crimen, tan comunes en el Variedades, yo me senté a disfrutar de las proyecciones de la noche. Pero rápidamete comencé a alarmarme de nuevo. Al primer trabajo (un documental sobre los derechos de la mujer) le estaba ocurriendo una situación inversa a la que yo temía para el mío: habiendo sido hecho en 4:3, estaba siendo proyectado en 16:9... las mujeres que ahí aparecían se veían gordas y achatadas. Como nadie reclamó me dije que seguramente el director prefería verlas con esa contextura. Una vez finalizada la proyección de ese primer trabajo todo volvió a la normalidad y en pocos minutos el excelente documental sobre el TLC “Costa Rica Sociedad Anónima”, del talentosísimo y “Mooriano” Pablo Ortega, comezó a ser proyectado en 16:9 como debía ser. Solo que de pronto comencé a sentir que el tiempo se estiraba y se estiraba, se hacía chicloso... comencé a sentir que los 64 minutos que supuestamente duraba “Costa Rica S.A.” (según el programa), se me hacían una eternidad... se convertían en al menos dos horas. Algunas gentes posiblemente comenzaron a sentir lo mismo porque empezaron a salirse de la proyección. Pero yo atribuí mi sensación a cierto nerviosismo debido al hecho de que mi trabajo sería proyectado inmediatamente después.

Súbitamente ocurrió algo extraño e imprevisto: comenzamos a ver el trabajo de Pablo en color magenta profundo. Al constatar aquello mi preocupación creció de un zopetón. Dos razones podían explicar el evento: por un lado, que un mal presagio nos estaba diciendo que se iba a derramar sangre en Costa Rica por el bendito TLC, y por otro que uno de los tres haces de proyección cuya combinación de intensidades forman los colores correctos en la pantalla no estaba funcionando. Yo opté por esta última interpretación técnica y me levanté a hablar con el proyeccionista para indicarle el problema (claro, lo admito, no lo hice tanto por el trabajo de Pablo, sino preocupado por las condiciones en que sería visto el mío posteriormente). De camino me encontré con un responsable del Variedades a quien le expliqué el problema y él se encargó rápidamente de llamar a la cabina de proyección para advertir del mismo. Pero los minutos pasaron y pasaron y nada se arreglaba. La pelirroja Anabel González lo parecía aún más con aquellas tonalidades magenta que la convertían en un ícono pop digno de Andy Warhol. Yo me olvidé del problema del 16:9 y comencé a preocuparme seriamente por este nuevo e inesperado problema. Salí otra vez, traté de subir yo mismo a la cabina de proyección pero no encontré el camino. Más bien me topé con Pablo en los corredores y me dijo que qué se le iba a ser... que de todas formas su película terminaría de ser proyectada en unos veinte minutos. Vaya, la justicia universal existe, si yo no me había preocupado de su trabajo, visiblemente a él poco le importaba el mío. Vale, el Talión está legal.

Luego me encontré con uno de los jurados de la Muestra quien estaba en la entrada tomando el aire... entonces pensé ¿Pero cómo? ¿No está viendo la película? ¿No es jurado acaso? ¿No se le pagó su venida desde el extranjero? Seguramente me leyó el pensamiento y me explicó que él ya las había visto... “a bueno”, le dije. Pero idiota yo... ¿Cómo no se me ocurrió preguntarle si había visto la mía en 16:9? Aunque claro, bien mirado es más imbécil todavía esta última pregunta, porque él qué se va a estar acordando de una miniatura que dura 2´49.

Regresé a mi asiento y casi al instante el problema fue corregido. Bush volvía a su tono rosadito y Anabel volvía a ser mortal. Sin embargo el paraíso no duró mucho: no solo la imagen se vió de nuevo cargada de horribles magentas, sino que el DVD comenzó a pegarse. Mi inquietud llegó a su paroxismo. ¿Sería que finalmente aquello sí representaba el mal presagio de que en Costa Rica se derramaría sangre por culpa del TLC? ¿De que frenaríamos de ese modo nuestro desarrollo?

Caray... ¿Qué hacer?. Eso me preguntaba cuando súbitamente la pantalla pasó a negro y la gente comenzó a aplaudir fuertemente. ¿Qué? ¿Así de abrupto termina el trabajo de Pablo? ¿Y los créditos? Otra vez alguién parece haberme leído el pensamiento, porque una señora sentada en la fila de atrás nos dice casi al oído: "Faltó lo más bonito y emocionante del documental: el final". Y saca entonces un DVD y me lo tiende. “Yo soy la mamá de Pablo y aquí está el documental por si quiere verlo completo en su casa”. “Ah, mucho gusto, qué gran hijo tiene usted y muchas gracias por el DVD... claro que lo veré completo en casa” le dije casi con un nudo en la garganta porque seguía mi trabajo. Y ella que me contesta. "Qué raro... fíjese que pusieron la versión larga de la película de Pablo y no la de 64 minutos". En ese momento entendí de qué estaba hecha la chiclosidad del tiempo.

Enseguida sentí un alivio cuando vi que empezaron a aparecer los menús del proyector en la pantalla, lo que indicaba que al fin, después de casi media hora, el proyeccionista se daba por aludido. El cursor de selección iba y venía frenéticamente. El técnico abría y cerraba menús... hacía finalmente su trabajo de apretar botones, hasta que alguien gritó a todo galillo... “Si no sabe mejor no batée”. No pude aguantarme la carcajada y lo que me quedaba de nervia se diluyó en ella.

La proyección se inicia de nuevo y ya me espero a ver mi trabajo como debe ser cuando zaz... aparece en la pantalla el cineasta Víctor Ramirez dando un testimonio y explicando no sé qué... no le entendí nada de tan magenta que me sonaban sus palabras. “No es posible” me dije agarrándome mis cuatro pelos. Termina el corto de la Veritas y yo grito desesperado desde mi asiento que el color sigue mal. En eso empieza por fín mi trabajo y aparece no solo en la más profundas de las tonalidades magenta, sino que también en formato 4:3. Entonces tuve una fugaz percepción de la verdad, tuve una terrible iluminación apocalíptica: aquel color no representaba la sangre de los caidos en la lucha por el TLC, sino que era el mal presagio de la hemoglobina que sería derramada nuevamente en el Variedades por el perdón de todos aquellos pecados. Ya no solo la sangre del proyeccionista salpicaría los afiches de la entrada, sino que la sangre de todos los organizadores de la Muestra correría por parejo, confundida en un solo y espeso río magenta fluyendo por los pasillos del viejo cine... cayendo en cascadas ensordecedoras desde la cabina de proyección sobre las cabezas del público... y yo sería el artífice de aquella escena dantesca... yo sería el nuevo... el único... el original “serial killer” del Variedades.

Pero aquella oscura tentación criminal no pasó a más... un impulso civilizador, humano, compasivo la domeñó (por lo visto de algo me sirve el Zen) y solo grité que aquel no era el formato... que aquel no era el color y me levanté de mi asiento como un pirata dispuesto a tomar posesión de la cabina de proyección. Pero no había llegado a la venta de palomitas cuando mi trabajo terminaba y era aplaudido... ¿Aplaudido? ¿Aquel esperpento bermellón era aplaudido? No, algo anda mal... definitivamente algo anda mal con los técnicos... y con el público. Tanta pifia de unos y tanta generosidad de los otros era inconcebible. No quería saber nada de nada, ni de esta Muestra, ni de las próximas, ni del público ni de las películas... así que regresé a mi asiento y le dije a mis acompañantes que por favor nos fuéramos ya. En tres segundos estuvimos en el carro y solo tenía una idea en mente para bajarme las emociones... ir a tomarme, cuanto antes, un copón de vino bien magenta para olvidar de urgencia aquella noche terrorífica de mi debut en la Muestra... y pensar que inscribir mi video en esa tanda me costó 10 mil pesos.

2.2.07

Antes que partieran los viejitos

Todos los viejitos se me han ido yendo uno tras otro: Hace dos años murió mi padre a la edad de 92 años y el domingo pasado murió en casa mi abuelita materna, la única que me quedaba. Tenía 104 años y en su larga vida, en gran parte transcurrida en el campo, le tocó criar con muchas privaciones a una camada de 19 hermanos (entre propios y ajenos).

En el 2004, cuando tanto mi padre como mi abuela vivían, los filmé. Luego dejé por ahí los "rushes", hasta esta semana en la que decidí hacer un pequeño montaje de ese material para compartir recuerdos con familiares y amigos. Este es el resultado (disculpando la mala calidad de las compresiones de YouTube):

1.10.06

Breves reportes

Leí por ahí que el concierto que dio Madona en Amsterdam el mes pasado estuvo a punto de ser anulado por una falsa alerta de bomba. Lo increible del caso no es que el autor de la alerta fuera descubierto porque llamó de su propio celular (lo cual es más bien risible), sino porque se trataba nada menos que de un cura de 63 años. Esto ilustra bastante bien que hay intolerantes de todas las religiones, edades, peligrosidades.... e IQs.

El pasado 20 de setiembre murió el gran maestro de la luz... Sven Nykvist, director de fotografía de parte importante de las películas de Ingmar Bergman. Su filmografía es realmente impresionante e incluye obras maestras tales como Persona, Gritos y Susurros, Sonata de Otoño (todas de Bergman), El Sacrificio (de Andrei Tarkovsky) y Crímenes y Delitos (de Woody Allen), entre muchas otras. Es sin duda una gran pérdida y la noticia de su muerte me ha realmente entristecido. Junto con Nestor Almendros y Henri Alekan era para mí un grande entre los grandes. Lamentablemente para los tres la luz de este mundo ya se ha extinguido.

En el último post incluí una toma para un video que dicho sea de paso terminé anteayer. Sin embargo, no podía saber que solamente cuatro días después de que lo pusiera aquí, la cámara con que la filmé iba a ser sustraida sin efracción de las instalaciones de la productora para la cual suelo trabajar como “free lance”. Aunque no era mi cámara personal, sino la de la empresa, me perturbó mucho ese evento porque los delincuentes se metieron en mi oficina solamente unos minutos antes de que yo llegara y se la llevaron junto con aditamentos tales como lentes, baterías y micrófonos. Fueron miles de dólares en pérdida, pero dichosamente el equipo estaba asegurado. A pesar de ello eso nos ha traido inconvenientes y atrasos diversos. Además, me horroriza imaginar la forma chambona en que su ilegítimo dueño subsiguiente pueda manipular un instrumento de tanta fineza y precisión. Moraleja terrible que no quisiera nunca aprender: Desconfiar mucho de los visitantes desconocidos que encuentran mil y un ardides para hacer de las suyas. En nuestro caso entraron a la empresa sin problema alguno haciéndose pasar por técnicos en telefonía. A nadie se le ocurrió sospechar nada porque casualmente sí había una línea de teléfono que había que arreglar... justamente en mi oficina. Además, se conjugaron factores absurdos como el hecho de que no había papel higiénico en el baño y la jefa mandó al guarda a ponerlo justamente cuando estaba vigilando a los visitantes. Fue durante los cinco minutos que no les puso el ojo que audazmente se llevaron la cámara.

El miércoles pasado fue mi cumpleaños (43). Google me felicitó antes que mi propia madre porque cuando abri el buscador temprano por la mañana vi que una de las O tenía forma de pastel de cumpleaños. No negaré que el robot googliano que hizo esa trasformación especialmente para mí me sacó una sonrisa... ¡Qué patético!

21.6.06

La Bohème

No suelo sentir nostalgia de Paris, la ciudad donde viví trece años; la ciudad donde me casé y me divorcié; donde hice entrañables amistades y enemistades también; donde me enfiesté con galones de vino hasta no reconocer más si Paris era una fiesta o si la fiesta era Paris. ¿Cosas provechosas? Bueno sí… esas... más algunas otras: Tres años de estudios en cinematografía; largas tardes de invierno sentado en las viejas butacas de la cinemateca “analizando” todo tipo de películas en "noir et blanc", formato 1.33; el café de las 5 -ese si negro- en algún cafetín, invariablemente acompañado de mi gran amigo “Le Monde” (que nunca me abandonó, puesto que desde hace cuatro años me manda sus noticias cada día); y finalmente mis primeros pasos en el mundo profesional, con sus alegrías y derrotas. Pero esas son cosas que nunca me pongo a recordar. Sencillamente son como otro poco de agua que fluyó bajo el "Pont des Arts".

Pero esta noche sí sentí la cucarachita de la nostalgia roerme el miocardio por dos razones: Primero porque precisamente hoy se celebraba la fiesta de la música, y si hay un recuerdo gozoso que me queda de Paris es el de esos días locos cuando debajo de cada adoquín salía un músico. De buena mañana me iba a recorrer los cuadrantes en busca de la perla inesperada: Una soprano cantando un aria de ópera bajo las arcadas de la “Place des Vosges”; un grupo de jazz en algún bar “retro” o bien una orquesta sinfónica donde cada integrante llevaba sombrero de paja y chancletas, además de su respectivo instrumento. La segunda razón es que Inés está allá... se fue sin llevarme en el estuche de cosméticos, la coqueta. Y hoy me escribió para decirme que me extrañaba y que era cierto lo que yo le había contado: Que por todo lado había gente y músicos… como si en algún momento lo hubiera dudado. Sentí envidia y nostalgia de no poder acompañarla y para poner a bailar esos sentimientos a paso lento, me busqué entonces esa vieja maravilla de Charles Aznavour que es “La Bohème” y me senté a escucharla: Je vous parle d’un temps que le moins de vingt ans ne peuvent pas connaître… Montmartre en ce temps là…




(Si se le comienza a cortar déjela cargar un poco y luego láncela)

20.6.06

Dos anécdotas médicas verídicas

Mi madre, quien siempre tiene muchos cuentos en cartelera, me contó ayer la siguiente anécdota : Una mujer de la alta sociedad de nuestro país, desconfiando de la calidad de nuestra medicina, se va Estados Unidos a hacerse una cirugía plástica de corte estético. Cuando llega ante el médico, él le habla en un español que le suena muy conocido, un español de erres arrastradas y de giros coloquiales con sabor a gallo pinto. ¡Claro, el médico es tico! Lo triste del caso (para la señora solamente) es que fue a pagar 8000 dólares por una cirugía que el mismo médico le hacía aquí por tan solo 1500, porque al galeno lo contrataban los gringos con frecuencia para ir a operar allá.

Esta me recuerda otra: Se va un tico a Suiza a consultar a un gran especialista en optometría. Cuando llega al consultorio del médico él le dice: "Pero señor, usted que hizo tan largo viaje hasta acá para verme ¿No sabe que en su país ejerce uno de los más grandes especialistas en la materia, una eminencia mundial?".

8.6.06

Bella Flor

Hoy me tocó entrar en "tierra de nadie". Hay sitios así en los alrededores de San José y ni siquiera imaginamos su existencia, o si los imaginamos es para olvidarlos o ignorarlos enseguida. Del que les hablo se llama "Las Tablas" y es un precario camino a Alajuelita. Ahí no entra ni la policía, ni las ambulancias, ni mucho menos los recolectores de basura. Así que todos los desechos van a parar a un río que pasa por el lugar. Es algo de lo más triste que se puedan imaginar. Por su puesto que ahí la droga es la reina y se ve mucha juventud esclavizada por ella. En las callejuelas a veces huele a marihuana hasta el mareo y se nota que algunos muchachos andan armados con cuchillos o armas de fuego. El asunto tiene trascendencia, especialmente cuando uno entra con una cámara y empieza a notar miradas recelosas o francamente hostiles. Así me pasó hoy cuando fui a filmar ciertas escenas para un video contratado por la Fundación Omar Dengo a una productora con la que estoy conectado.

El propósito del video es el de documentar un hermoso proyecto educativo que dicha Fundación tiene con niños y cuyo objetivo es el de enseñarlos a involucrarse en actividades comunales y sobre todo a sensibilizarlos al problema de la basura. Mientras los filmaba caminando por una vereda a la orilla del río, noté la presencia de un grupo de muchachos sentados en unas grandes rocas. De pronto el más desgarbado de ellos se me acercó con gesto amenazante y comenzó a decirme señalando la cámara: "hey, me baja esa bichaaa o la tira pa'rribaaa". Obviamente rehusaba ser filmado (¡yo ni siquiera lo estaba encuadrando!), pero seguramente no en razón de su apariencia. Por suerte yo iba acompañado y protegido por Bella Flor, una mujer pastora de un templo evangélico quien es la única persona que goza del respeto de esta gente. Ella, con tono firme pero cordial, le dijo al joven: "usted tranquilo, ellos vienen conmigo y están trabajando en uno de mis proyectos". El muchacho entonces se alejó y pudimos seguir filmando. Y es que ella, con once años de laborar ahí al servicio de la comunidad, ha sabido ganarse su aprecio y respeto. Definitivamente la constancia, el tesón y el amor son la clave para establecer el diálogo social y luchar por resolver los más árduos problemas sociales. El ejemplo y la lección de Bella Flor me hacen pensar que lo que necesitamos en este país son legiones de gente como ella, entregada, generosa y desinteresada... ¡Qué bien porta su nombre esta dama plantada en "tierra de nadie"! (que obviamente no es que sea de nadie, sino de una población olvidada y marginalizada).

9.5.06

El presidente

Yo no fui de los que votaron por Oscar Arias, pero quisiera creer que va a hacer un buen gobierno, al menos uno mejor que el de los cuatro gobernantes que se relevaron en el poder luego de su primer mandato. Y lo quiero creer porque siento que de no ser así se le estaría dando un tiro de gracia a este país. Tengo la edad suficiente para haber vivido y percibido el deterioro institucional, cívico y social en el que nos hemos ido hundiendo. No voy a decir que todo pasado fue mejor, pero sí puedo decir que al menos hace 30 años fue muy interesante. En aquella época yo tenía 12 años y había grandes expectativas sobre el futuro. Durante mi adolescencia ese sentimiento fue en aumento hasta que vino el segundo choc petrolero en el 79. Pero igualmente ese año los sandinistas tomaban el poder en Nicaragua y el idealismo nos ganaba. Y claro, aquello era una bomba porque la mezcla de una adolescencia de por sí rebelde con un ambiente revolucionario no podía dejar de ser explosiva. Sin embargo, todo fue como un espejismo, ya que en realidad lo que comenzaba era el descalabro.

Un buen gobierno para mí se inscribe dentro de la óptica de aquello que decía Lincoln sobre la democracia: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Un buen gobierno debe ser un gobierno profundamente democrático, no solo en su forma de acceder al poder, sino también en aquella de ejercitarlo... debe ser eficaz. Arias accedió al gobierno siendo electo por uno de cada cuatro adultos. Mucha gente usa ese argumento para deslegitimarlo, pero eso me parece una tontería. Arias ganó y ganó democráticamente. Cuando la mayoría se abstuvo lo hacía sabiendo que al no ir a votar estaban tácitamente aceptando lo que viniera. Y vino Arias. Así que él es el legítimo presidente. Además, al elegirlo el pueblo refrendó en las urnas la controvertida sentencia de la sala IV que interpretó que podía haber reelección. Discutir ahora si Arias tenía o no legitimidad para postularse ya no tiene sentido. Otros argumentarán que Arias no es del pueblo, que lo puso una oligarquía con un enorme capital a su disposición para comprar conciencias, manipular encuestas y atontarnos con propaganda. Es cierto, Arias surge de una clase aristocrática y ha contado con el apoyo de los grandes capitalistas de nuestro país. Pero esa no me parece una razón para decir que es un presidente ilegítimo, porque a pesar de todo tuvimos la libertad de votar o no por él.

Pero como la mayoría de los que depositaron su voto en las urnas el pasado 5 de febrero le dió su apoyo y lo hizo ganar, vuelvo a lo que iba: A mi esperanza de que ojalá Arias y su equipo hagan un buen gobierno, uno que le devuelva al país la esperanza y la confianza en sus instituciones, la fe en su futuro. Eso es muy importante porque de lo contrario el abismo que se abre a nuestros pies sería mucho más inquietante de lo que ya es.

Hace unos doce años tuve la oportunidad de trabajar en la producción de un documental para la televisión francesa. En esa época yo vivía en Francia y fui contratado para formar parte de un equipo que vendría a Costa Rica a investigar sobre el tema de la paz. “Costa Rica o el deseo de Paz” se llamaba el documental (que dicho sea de paso nunca fue proyectado aquí a pesar de que el Centro Costarricense de Producción Cinematográfica fue coproductor y obtuvo su copia). Obviamente un encuentro con Arias era una cosa sumamente importante y deseable. Después de algunas negociaciones logramos la cita. Como yo era el asistente de dirección y la directora no hablaba muy bien español a mí me tocó hacer muchas entrevistas, entre ellas la de Arias. Me acuerdo que ese día filmamos como cuarenta minutos con él y que tuve la ocasión de interrogarlo sobre muchos aspectos. Después de cada pregunta Arias se tomaba varios segundos para contestar. Parecía reflexionar mucho lo que iba a decir y al final estructuraba unas respuestas que nos parecieron ricas y útiles para el documental. Sin embargo, salí con la impresión de haber hablado con un tipo muy circunspecto, distante y frío... un ególatra que vivía de sus glorias pasadas. Yo no creía que fuera a hacer algo más, lo veía como alguien que había cumplido con lo suyo. Obviamente me equivocaba y desde entonces él ha logrado muchas cosas más y ahora es el presidente. Esperemos que su energía le aguante para cuatro rudos años de gobierno y que sepa conducir esta barcaza del mejor modo hacia costas más ricas para todos. A pesar de su mal paso con lo del CENAC, confío que en lo futuro, antes de cada acción, él meditará bien su proceder. Por lo demás, no olvidemos que como ciudadanos nos toca fortalecer la verdadera democracia mediante la participación, la entrega, la vigilancia, y el respeto por los otros y por el entorno. Si hemos de exigirle cuentas al presidente Arias al cabo de cuatro años, también hemos de exigírnoslas, ante todo, a nosotros mismos.

Reflexiones suplementarias:

-Viéndolo bien sí hay algo en lo que le podría pedir cuentas desde ya a Arias (aparte de su "salida" con lo del CENAC) y es que no intentara convencer a Ana Belén de cantar para todos. ¡Egoísta! No sólo él tiene derecho a convertirla en su cantante platónica.

-En nuestro país ya se está volviendo costumbre hacer un extraño tipo de poesía donde presidente rima por delante con presidiario.... ojalá que a esto no tengamos que añadir dentro de unos años presidiarias.

8.6.05

Ciclos del sueño

Corto-circuitos del tiempo, ciclos que se repiten, caminos andados y desandados en este sueño llamado vida y que retomamos años después con más madurez. Hoy al crear esta bitácora, este "blog", me siento como si estuviera desempolvando el inocente diario que llevaba de adolescente para añadirle una página más. Sólo que esta página estaría fechada por lo menos unos veinte años después de la última escrita en aquel viejo cuaderno y que hoy no sé ni remotamente dónde estará ni en qué quedó.

Pero a pesar de los paralelismos que fácilmente puedo imaginar entre esta bitácora y mi diario, creo que más profundas son sus divergencias. Primero, porque mucha agua ha pasado bajo el puente y quien escribe hoy no se siente como el que escribía en aquel entonces, con lo cual los contenidos y enfoques de ambos documentos probablemente serán muy distintos. Y segundo, porque a diferencia del diario que nadie lee (por lo menos no de inmediato), las páginas de la bitácora son publicadas en el acto y virtualmente están expuestas a cualquiera que quiera y tenga la paciencia de repasarlas. En ese sentido el nombre bitácora me parece adecuado a condición de que se imagine precisamente como la bitácora de un navío cuyas páginas fueran arrancadas e introducidas en una botella que luego será lanzada al mar. No puedo saber quien, ni cuándo, ni dónde, ni en qué circunstancias va a recoger el mensaje para revivirlo gracias a la lectura, pero la sola probabilidad de que eso suceda introduce un elemento distinto durante la escritura (creo que uno se cuida más de lo que dice y cómo lo dice). En fin, sea como fuere, la experiencia es interesante y espero que algún día pueda decir como decía Serge Daney (un crítico de cine francés para quienes no lo conocen) "l'excercise a été profitable" (el ejercicio ha sido provechoso). Veremos cuánto dura y qué resultados trae.