Pobre País
En Costa Rica sólo los ricos han cambiado. Los pobres no. Sigo viendo sus atribulados rostros, sus manos callosas, su piel curtida por soles de trabajo (cuando lo tienen). Sus ropas raídas acaso ahora sean americanas o chinas, pero en los más miserables sigue tan llena de huecos como las calles de este país. Los ricos, en cambio, tienen ahora alucinantes edificios de condominios en las montañas de Escazú, cuentan con ventas de Porches y Ferraris, son propietarios de yates costosísimos, algunos incluso poseen helicóptero privado y hasta helipuerto en sus casas (tengo un vecino así... me pregunto si eso de sobrevolar zonas residenciales a baja altura será legal).
Sí, en Costa Rica sólo los ricos han cambiado. Ahora ya no están obligados a irse a mezclar mucho con el pueblo cuando van de compras, porque cada vez tienen más y más “malls” con tiendas de lujo rebosantes de artículos importados; lo que no significa que porcentualmente haya cada vez más ricos, sino que acaso tal vez tengan más dinero, o que ciertos negocios oscuros fructifican o que la explotación prospera. En cambio los pobres no van mucho por ahí, siguen frecuentando Palí (Pa'limpios dice un amigo), San José centro, la zona del mercado y sitios similares. Cuando se acercan a un mall lo hacen para trabajar como dependientes en una tienda o a soñar con los ojos abiertos una vida que no pueden costearse. Claro está, la mayoría de los que ahí llegan son, en definitiva, de clase media, aunque sea un estrato herido y puesto en entredicho. Algunos de sus miembros desaparecen de forma suicida cuando van a esos lugares con una tarjeta de crédito a endeudarse peligrosamente para aparentar que son ricos, pero al no resistir la prueba de las deudas terminan mal, muy mal... Terminan pobres, y para su mayor desgracia sin la fortaleza del pobre.
Hubo una época en que ricos y pobres se codeaban en aquellos viejos pupitres escolares de madera, cuando sólo existía la educación pública y la formica lavable aún no llegaba para hacer efímeros los graffis donde los pobres le declaraban su amor a la chiquilla o al chiquillo rico, pero donde otros consignaban groserías y sacadas de clavo contra los adinerados, lo que al menos tenía la virtud de permitir cierta forma de comunicación entre clases, primera válvula de escape de la marmita social. Luego vinieron los colegios privados para satisfacer una necesidad latente de distanciamiento, de demarcación, y en ese momento comenzó una separación entre ricos y pobres que solo ha ido en aumento. Ya muy pocos ricos, posiblemente ninguno, acuden a escuelas y colegios públicos. A las universidades estatales todavía llegan, pero son menos cada vez. Argumentan que la educación pública no es buena, pero no toman en cuenta que hablar con el pobre, estudiar y luchar junto a él, escucharlo, oír de sus necesidades y de su mundo, en pocas palabras, relacionarse y solidarizarse con ellos constituye una forma de aprendizaje, tal vez más humana, que toda la que puedan recibir en las aulas de instituciones privadas que se han convertido en grandes ghettos voluntarios. Estas élites, al llegar a posiciones de poder efectivo, no saben cómo administrar la pobreza, desconocen lo que es y por ello no saben luchar contra ella. Se emprenden a la persona del pobre, no a la pobreza... Identifican pobre con criminal olvidando que tal identificación en sí ya es criminal. Esto es particularmente cierto cuando el pobre es el inmigrante que viene en busca de trabajo a nuestro país, tal como lo hacen miles de nicaragüenses que huyen de la miseria apabullante del suyo.
Los barrios residenciales donde viven los ricos también se han convertido en islotes amurallados por decisión propia. Camino a Guachipelín hay uno que para mí se lleva el primer premio: Solo con lo que costó el alto y grueso muro que lo rodea me imagino que se pudieron haber construido ¿Cuántas? ¿Unas 20 viviendas populares? ¿50? Cada vez hay más muros de separación de ese tipo y por tal vía nos convertimos irremediablemente en un pobre país. País compartimentado, país amurallado, país esquizofrénico, país paranoico, país agrietado, país escindido, país segmentado, donde no es ni siquiera el rico el que reina, sino el miedo y la indiferencia más que la violencia. Donde las ventas de vallas, rejas, alambre navaja, intercomunicadores, cámaras de seguridad, blindajes diversos y de armas y alarmas está en franca expansión, pero donde la armonía, la paz social y la solidaridad están en caída libre.
Sí, en Costa Rica los ricos han cambiado, porque son más ricos y están más solos y aislados. Los pobres siguen igual porque es difícil ser más pobre, pero sí puede haber más pobreza. Pobre país.
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